Joaquín Sorolla y Bastida siempre estuvo enamorado de la pintura, de su esposa, de su familia, de la luz, de la naturaleza y del mar.
Joaquín nació en Valencia en 1863. Sus padres murieron de cólera cuando tan solo contaba dos años de edad. Huérfanos, su hermana y él, fueron acogidos por su tía Isabel y su tío José, cerrajero de profesión. Su familia descubrió pronto que el pequeño Joaquín no había nacido para cerrajero, que su pasión era la pintura y lo apoyaron. Con 15 años ya era alumno de la Academia de Bellas Artes de San Carlos en Valencia. Trabó amistad con su compañero de estudios Juan Antonio que lo ayudó a conseguir un empleo en el estudio de su padre, el fotógrafo Antonio García Peris. Aprendió composición, iluminación, encuadres y adquirió un gusto por la fotografía que lo acompañaría siempre.
Aquel año de 1878 marcó su vida: conoció a Clotilde, la hija de su mentor, y se enamoró perdidamente de ella.
Paseando por la orilla del mar. Joaquín Sorolla, 1909.
El óleo representa a Clotilde (con sombrilla) y a la hija mayor de ambos.
Imagen del Museo Sorolla. Wikipedia.
Desde 1885 a 1887 Sorolla vivió en Roma y en París. En 1888 regresó a Valencia para casarse con Clotilde y formar la familia con la que tanto habían soñado. Después de vivir en Italia y de viajar a París, la pareja se mudó a Madrid donde nacieron sus tres hijos.
Sin duda, Clotilde se convirtió en el apoyo inquebrantable de Joaquín e hizo mucho más de lo que se esperaba de ella. Joaquín pudo consagrar su vida a la pintura porque Clotilde se ocupó de todo lo demás: administración, contabilidad, planificación y hasta organización de sus exposiciones.
Caja de pinturas en el Museo Sorolla.
Imagen: archivo propio.
Fue un pintor activo, prolífico, con horarios estrictos, que trató numerosos temas y realizó retratos de personalidades de la época. Pero lo que más le gustaba era captar la luz y el color, pintar al aire libre y reflejar la naturaleza, el mar, la realidad. Sus viajes a París le habían reafirmado en su idea de que el naturalismo era su camino.
En aquella época Sorolla no dejó de presentarse a concursos y de participar en exposiciones colectivas. Estuvo presente en galerías de París gracias a su amigo Pedro Gil. En 1895 comenzó a ser conocido internacionalmente pero el éxito le llegó cuando en la Exposición Universal de París de 1900 consiguió el Grand Prix. Desde entonces fue distinguido con numerosas medallas y premios. Su primera exposición individual fue en París en 1906 y de ahí pasó a exponer en Berlín, Colonia y Londres.
«… Cuan desgraciado hubiera sido yo, si no te hubiera querido como te quiero, ¡que ratos tan tristes cuando no pintase!, y la misma pintura no creo me compensase si tú no me hicieras feliz, Dios en todo me atiende, muchos y apasionados besos. Pintar y amarte, eso es todo, ¿Te parece poco? …es esa especie de noviazgo sublime, lleno de esperanzas y de recuerdos que no teníamos cuando yo estaba en Italia. Cuantos años han pasado y parece que fue ayer, y como cuando ahora estamos separados, que largo se hace.» Sorolla a Clotilde, Sevilla, 22 y 23 de febrero 1908
Joaquín y Clotilde.
Su mayor éxito tuvo lugar en 1909 en un Nueva York que bullía por contemplar y comprar los cuadros de Sorolla.
Jardines de la casa.
Imagen: archivo propio.
En 1912 llegó el proyecto más ambicioso de su vida: el hispanista Sir Archer M. Huntington le hizo un gran encargo para la Hispanic Society of America.
Sorolla había ganado más dinero por otros trabajos, pero aceptó ilusionado y se entregó en cuerpo y alma a recorrer España, a plasmar con gran emoción y pasión los diferentes rincones del país hasta tener terminados sus 14 murales de Visión de España. A aquel viaje no pudo acompañarlo Clotilde y, como siempre que estaban separados, la ausencia la sobrellevaba con cariñosas cartas donde le contaba todo lo que hacía, lo que comía, las inclemencias del tiempo, el agotamiento. También le relataba como se le llenaba la cara de arrugas de pintar al sol y lo mucho que la echaba de menos.
Catálogo de la exposición de Bancaja:
Sorolla. Visión de España. Colección de la Hispanic Society of America.
Con cada misiva que entregaba al cartero recibía otra de su Clota. Ella le hablaba de sus hijos, de su día a día, de cómo le había organizado las cosas y de como cuidaba su jardín, destacando si el rosal amarillo había florecido. De aquel rosal plantado por Joaquín conservamos varios cuadros que han podido ser fechados, precisamente, por su floración o su tamaño.
En 1914 fue elegido académico de Bellas Artes de San Fernando. Pero él continuó con sus murales para Huntington, con su viaje por el país para pintar del natural que había comenzado en 1912 y que terminó en 1919.
Sin embargo, cuando volvía a estar tranquilo en su casa, las incomodidades pasadas, los esfuerzos prolongados, las emociones desbordadas le cobraron un precio muy alto. Un día de 1920, mientras pintaba un retrato en su jardín, sufrió una hemiplejía que lo paralizó. Tenía 57 años.
Escultura a Sorolla en los jardines del Museo Sorolla (Madrid).
Imagen: archivo propio.
Clotilde García del Castillo sobrevivió a su marido 6 años. En 1925 dejó testamento donando sus bienes al Estado que se comprometía a crear un museo del pintor. En 1932 se inauguró el Museo Sorolla de Madrid con sede en la casa donde ellos vivieron.
Jardines de entrada a la casa de Sorolla. Actual Museo Sorolla (Madrid).
Imagen: archivo propio.