Si ahora mismo me preguntarais de qué pintor estoy más obsesionada, os diría, sin duda, que de John Martin (1789-1854).No recuerdo cómo, ni a través de qué fuente lo descubrí; sólo sé que cuando vi por primera vez La destrucción de Sodoma y Gomorra me impresionó muchísimo. Me asombró esa pincelada enérgica, característica del pintor, para reflejar la sensación de caos y desolación que el tema requería. Y es que las pinturas de John Martin son una clara muestra de lo sublime y de loapocalíptico en el arte.
Pintor romántico y grabador inglés, célebre por sus melodramáticas escenas de acontecimientos catastróficos, repletas de figuras diminutas situadas en vastos escenarios arquitectónicos. Cautivó la imaginación del público con pinturas espectaculares como Josué ordenando al sol que se detenga, la obra que le hizo famoso, y en 1821 Lawrence se refería a él como "el pintor más popular del momento". Su obra fue verdaderamente popular, desde luego, ya que en las exposiciones de sus cuadros a veces había que separarlos con rejas de las muchedumbres de admiradores; vivió sobre todo de la venta de grabados de sus cuadros, más que de los cuadros mismos. Se hizo famoso en Francia igual que en Gran Bretaña, fue condecorado por Leopoldo I de Bélgica, y su influencia se dejó sentir en artistas norteamericanos como Cole. Sin embargo, a la vez que gustaba al gran público y que algunos admiradores le consideraban uno de los mayores genios de la historia, fue denostado por Ruskin y otros críticos, que consideraron su obra sensacionalista y vulgar. Pocos artistas, en efecto, han sido objeto de tales extremos de fortuna crítica, y su fama se hundió hasta un grado tan asombroso tras su muerte, que algunos de sus enormes cuadros, antaño famosos, fueron vendidos en la década de 1930 por una cifra tan pequeña como dos libras esterlinas. En la década de 1970 recuperó en gran parte su reputación.
Martin hizo grabados a la manera negra no sólo como forma de reproducir sus pinturas, sino a la vez como composiciones originales. Especialmente dignas de mención son sus ilustraciones de la Biblia y del Paraíso perdido de John Milton, que muestran que aunque tenía grandes debilidades como artista, especialmente en su dibujo de la figura humana, también tenía viveza y grandilocuencia de imaginación nada desdeñables en temas tan elevados.
El 21 de septiembre, la Tate Britain de Londres inaugura una gran retrospectiva sobre John Martin, la primera desde hace más de treinta años. Una oportunidad única para ver reunidas una buena cantidad de obras del pintor -algunas de ellas no vistas con anterioridad- y constatar su conexión con nuestro mundo actual (podemos ver su rastro, por ejemplo, en el productor y técnico de efectos especiales Ray Harryhausen).
La exposición es una muestra de la reivindicación y recuperación de una de las figuras más importantes del arte inglés del siglo XIX. El pasado octubre también apareció un libro monográfico sobre el pintor, escrito por Barbara C. Morden. Aunque hace un panorama bastante extenso sobre su vida y sobre la sociedad de su época, las ilustraciones que acompañan el texto dejan mucho que desear, pues no son de la más alta calidad (cosa que todo buen libro de arte requiere) y algunas no se aprecian en su totalidad. No obstante, es el libro más reciente y -me atrevería a decir- el único que se puede encontrar actualmente dedicado a John Martin, a excepción de su autobiografía, publicada a principios de año por la Tate.