Josef Albers, medios mínimos, efecto máximo.

Por Alejandra De Argos @ArgosDe

 

Poder disfrutar de una exposición retrospectiva de Josef Albers  en Madrid es un privilegio para todas aquellas personas que sientan interés por el arte contemporáneo, y su evolución. Una vez más, debemos agradecer a la Fundación Juan March, la posibilidad de conocer de primera mano a este “maestro” de maestros. 

Para entender la obra de Albers hay que conocer su formación y, muy especialmente, su carrera académica que ocupó gran parte de su vida. En 1921 comenzó a trabajar en la Bauhaus. A partir de este momento y hasta su clausura en 1933, Albers fue un pilar fundamental para el desarrollo de los planteamientos pedagógicos que se impartieron  en este mítico centro de enseñanza. La Bauhaus constituyó  la contribución más importante y renovadora de la educación estética europea de su tiempo. La escuela buscó la unidad de las esferas artísticas y culturales y una vuelta hacia la reunificación del arte con la artesanía. Las artes aplicadas, calificadas como inferiores,  vuelven a tomar protagonismo en el ideario fundacional del centro. La Bauhaus criticó la enseñanza de  la escuela tradicional y buscó  enseñar a través de la experiencia.

  

Entre 1923 y 1928 , Albers dirigió junto con Moholy-Nagy el curso preliminar de la Bauhaus, allí se sentaron las bases que se irían desarrollando en los cursos posteriores. Se comenzaba con la supresión del concepto académico del arte. Había que poner en marcha la fuerza creadora de los jóvenes, y enfrentarse  a los problemas más elementales de la creación artística para dar rienda suelta a la variedad de posibilidades y habilidades. Prácticamente, cualquier material era válido para convertirse en una obra de arte y los elementos formales se disolvían en una variedad infinita de posibilidades. El arte no se puede enseñar, pero se puede “aprender”. Hay que buscar un arte que  se presente y no que se represente. Formas y texturas se disponen libremente, para acentuar la percepción del alumno, y estimular la fantasía creativa. “prueba y error”, como condición previa al proceso creativo. Economía del material, (utilización óptima del material) y economía del trabajo.

  

El mismo año en que la Bauhaus de Berlín se cerró, Josef Albers y su mujer Anni, se trasladaron a Estados Unidos invitados por el recién inaugurado Black  Mountain Collage, una pequeña universidad situada en un lugar paradisiaco de las montañas de Carolina del Norte, cuyo ideario se parecía al de la Bauhaus.  Durante algunos años Albers compatibilizó su trabajo en el Black Mountain con sus seminarios en la School of Desing de  Harvard, y con frecuentes viajes a México que le sirvieron para acercarse a la cultura precolombina. En 1950 se instalo  definitivamente en Connecticut para ocuparse del Departamento de Diseño de la Universidad de Yale,  cargo que desempeñó hasta su jubilación en 1958. A partir de este momento su actividad docente quedó muy reducida pero no así su trabajo artístico. En estos años publicó muchos de sus escritos y realizó una parte muy importante de su obra pictórica. 

  

La visita a la exposición hay que hacerla desde la perspectiva  de un artista multidisciplinar y con la idea de que su obra camina ligada estrechamente a su trabajo pedagógico,  de tal manera que uno y otro se condicionan hasta en los más mínimos detalles. Las piezas que se exhiben dan una idea de la variedad de materiales con los que trabajó y la diversidad de disciplinas a las que dedicó su ingenio.

Albers,  es el pintor de los “cuadrados”, el creador de la famosa serie “Homage to the Square” que comenzó en los años cincuenta y llegó hasta los setenta. La exposición brinda la ocasión de ver reunidas varias de las series que realizó a lo largo de estas dos décadas, donde se adentra en  el estudio de la  armonía a través de la sincronización de tonos, color y forma. Desde el punto de vista formal  estas obras son la mezcla y superposición de tres o cuatro cuadrados que no están dispuestos en el centro geométrico, tienden hacia la parte inferior de la composición, que esta ocupada por bandas estrechas y en la superior surgen campos anchos. Le gusta trabajar en serie porque considera que no existe una única solución para un mismo problema estético. Siempre utiliza elementos geométricos, de manera que optimiza la relación entre esfuerzo y efecto, principio resumido en la máxima que da nombre a la exposición “medios mínimos, efecto máximo”. 

  

Su tendencia a la abstracción comenzó muy pronto y posiblemente su interés por el vidrio y sus composiciones con pequeñas piezas de desecho de este material, fueron un paso más en este camino. 

Otras piezas muy representativas que se pueden ver en la exposición son sus diseños de mobiliario doméstico. Destaca la silla de brazos Ti 244, por ser un pieza desmontable, realizada en madera de fresno curvada y creada para su fabricación en serie, un concepto nuevo en este campo, y al alcance de un grupo social más amplio. 

El cartón ondulado, y otros materiales de la misma índole, le sirven para practicar el pensamiento constructivo y la imaginación, y no caer en lo puramente formal.

El placer de lo efímero de esta exposición quedara para siempre en nuestra retina gracias al magnifico catálogo que se ha publicado con tal ocasión y donde se recogen algunos de los textos que escribió Josef Albers.

Fundación Juan March. Madrid. 28 de Marzo/6 de Julio

www.march.es