Josep Tolls ¿Qué hacemos con la Tristeza?

Por Seo Bloguero

Adiós tristeza. Buenos días tristeza. Estás inscrita en las líneas del techo. Estás inscrita en los ojos que amo. Tú no eres exactamente la miseria,  pues los más pobres labios te denuncian por una sonrisa. Buenos días tristeza. Amor de los cuerpos amables, potencia del amor , cuya amabilidad surge como un monstruo incorpóreo. Cabeza sin punta,  tristeza bello rostro.

Paul Éluard
Josep Tolls. La Tristeza, ¿Qué hacemos con ella?
"Vivir la tristeza, cuando acaece, con aceptación, recogimiento, profundización y aprendizaje es una eficiente manera de facilitar que se vaya diluyendo"
Como buenos mamíferos que somos, ante las circunstancias de la vida, nuestro cerebro altera químicamente nuestro cuerpo para motivarnos a reaccionar de maneras determinadas según las situaciones. Son las emociones. Cada emoción tiene su propia química y cada emoción tiene su función. Las emociones no son ni buenas ni malas, sencillamente hacen o intentan hacer su trabajo según las circunstancias. La naturaleza es sabia, dicen, y el cuerpo y el cerebro, también. ¿Qué pasa, pues, con la tristeza?, una de las emociones básicas, juntamente con otras como la alegría, la rabia o el miedo.A veces, quizás a menudo, sufrimos una pérdida, una carencia, una desgracia: alguna cosa que teníamos, hemos dejado de tenerla; alguna cosa que queríamos, no la podemos conseguir; alguna cosa que iba bién, ahora va mal. Cuando esto pasa, se nos crea un vacío, un agujero. Y es entonces cuando aparece la tristeza. A pesar de todo, aquello que hace daño, que nos duele, aquello que nos hace sufrir es el vacío, es el agujero, es la herida, y no la tristeza. La química de la tristeza nos recoje, hacia nosotros mismos, como si nos quisiéramos enroscar en nuestro sí: nos dejamos caer, nos abatimos, la mirada se nos apaga, la cara se inclina hacia abajo, la barbilla quiere descansar en nuestro pecho, los brazos y las piernas se aflojan, suspiramos, sollozamos y lloramos. ¿Para qué todo este desbarajuste corporal? Pues precisamente para no malgastar la energía, ya que ahora la necesitamos toda para nosotros, para reposar y destinarla a empezar a llenar el vacío y a curar la herida. Es la pérdida lo que nos hace sufrir. 




La tristeza aparece para ayudarnos a superar este sufrimiento.
Además, la misma química que nos recoje, que nos pone dentro de nosotros mismos, también expresa, ante los demás, nuestra debilidad y nuestra necesidad de ayuda. Esta expresión facilita la actitud empática de los que están a nuestro alrededor y así podemos obtener su compañía y su apoyo. ¿Qué podemos hacer, pues, cuando nos embarga la tristeza? En primer lugar, aceptarla: saber que nos quiere ayudar y no hacernos más daño. Si rechazamos la tristeza, al no hacerle caso, puede persistir o, incluso, augmentar, hacerse más presente, en su noble intención de apoyarnos. También puede pasar que, frustrada y decepcionada, se esconda agazapada en el fondo de nuestro corazón y permanezca en nuestra inconsciencia. De esta manera, de vez en cuando o a menudo, por cualquier motivo, intentará expresarse de nuevo. En segundo lugar, podemos aprovechar el recogimiento, desde la inacción y el reposo, para trabajarnos a nosotros mismos hacia dentro y desde dentro. Este trabajo, que puede representar una enriquecedora fuente de autoconocimiento, nos puede facilitar la tarea de ir llenando el vacío e ir curando la herida. En esta situación, también podemos aprovechar el apoyo que podamos recibir de quienes generosamente nos lo ofrecen. 

Asimismo, esta experiencia también puede representar una enriquecedora fuente de creatividad. ¡Cuántos bellos poemas se han escrito a partir de la tristeza! La vida no suele ser un camino de rosas. Hay altos y bajos, como una montaña rusa. La experiencia de la tristeza no es agradable, si bien su vivencia, con aceptación y trabajo, puede aportarnos un aprendizaje, un crecimiento y una revitalización que nos hará ser más efectivos en tiempos mejores. ¿Qué podemos hacer cuando vemos o estamos con una persona triste? En primer lugar, empatizar con ella: saber que está triste y que tiene todo el derecho a estarlo, aceptarle su estado emocional. En segon lugar, acompañarla, estar a su lado, si ella realmente así lo desea, dándole afecto, contacto, calor. Que nuestra empatía se exprese de manera natural. Que sea el lenguaje de nuestro cuerpo quien se exprese. 
Quizás no haran falta palabras. Y, por encima de todo, dejar que sea ella quien vaya marcando el ritmo del acompañamiento, dejando fluir: que se exprese, que llore, que quiera estar sola. También la podemos acompañar desde la distancia. En resumen, vivir la tristeza, cuando acaece, con aceptación, recogimiento, profundización y aprendizaje es una eficiente manera de facilitar que se vaya diluyendo. Y acompañar una persona triste desde la empatía, el respeto, la libertad y la esperanza también facilitará su disolución. Como buenos mamíferos que somos, procuremos vivir desde el corazón y hacia el corazón, y dejemos que la mente racional sea un simple instrumento a nuestro servicio. Y, si tenemos ganas de llorar, lloremos. Y, si tenemos ganas de reir, riamos. Y, en cualquier caso, amémonos y amemos. 
El Portal de Inteligencia Emocional www.inteligenciaemocional-portal.org Autor: Josep Toll
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