Recientemente he terminado el libro: "Piloto de guerra" de Antoine Saint-Exupery, autor de: "El principito". En próxima entrada hablaré de esta lectura y de las otras que han ocupado estos primeros meses del 2018. Pero quería destacar, con un post diferente, este libro.
"...estoy insertado en la fabricación de este porvenir. El tiempo me amasa poco a poco. El niño no se asusta de formar pacientemente un viejo. Es niño, y juega a sus juegos de niño. Yo también juego".
"Llevo conmigo esta carga que me es dulce, más que pesada, como lo sería un niño dormido contra mi pecho".
"Yo comprendo el sentido de la humildad. No es denigración de sí mismo. Es el principio mismo de la acción. Sí, queriendo absolverme, trato de excusar mis desgracias culpando la fatalidad, me someto a la fatalidad. Si las excuso culpando a la traición, me someto a la traición: Pero si asumo la responsabilidad de la falta, reivindico mi potencialidad de hombre. Yo puedo actuar sobre aquello de lo que soy. Y soy parte constituyente entre la comunidad de los hombres".
"Mi civilización, heredera de Dios, ha hecho a cada uno responsable de todos los hombres responsables de cada uno. Un individuo debe sacrificarse por el salvamiento de una colectividad. pero no se trata aquí de una aritmética imbécil. Se trata del respeto del Hombre a través del individuo. En efecto. la Grandeza de mi civilización, estriba en que cien mineros deben arriesgar su vida para el salvamento de un solo minero enterrado. Salvan al Hombre"."Se muere por una casa. No por unos objetos y unas paredes. Se muere por una catedral. No por unas piedras. Se muere por un pueblo. No por una muchedumbre. Se muere por amor del hombre si es clave de bóveda de una Comunidad. Se muere solamente por aquello por lo que se puede vivir".
"Yo lucharé, pues, con cualquiera que pretenda imponer una costumbre particular a las otras costumbre, un pueblo particular a los otros pueblos, una raza particular a las otras razas, una idea particular a las otras ideas".