Jueves Santo, procesión de mantillas

Publicado el 05 abril 2012 por Arthur @arthurgilbordes

En Semana Santa, y concretamente hoy y mañana (Jueves y Viernes Santo), las ciudades más devotas de España se llenan de mujeres vestidas de tradición. Te invito a que descubras la historia del velo más elegante que ha traspasado las fronteras de la religión llegando a convertirse en uno de los must-have de los outfits y fotografías de moda más punteros: la mantilla.
Dentro del buen hacer del periodista se encuentra esa parte que muchos se saltan sin darse cuenta (o al menos eso quiero pensar) y que puede provocar un daño irreversible a aquellos que, con esmero y horas de dedicación, se han trabajado un señor artículo. Me refiero a la asignatura 'citar las fuentes'. Pues bien, para proceder a explicar el origen de la mantilla he decidido consultar a una fuente bastante cercana: mi madre. Adelaida Bordés Benítez, escritora, galardonada con algún que otro premio de relato corto, autora de la novela (opera prima) La Última lágrima y secretaria de la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes de San Fernando (la única mujer de la Junta de Gobierno).

Mientras contemplamos su preciosa mantilla reposando sobre uno de los sofás del salón de mi casa gaditana (ella siempre sale acompañando a la Hermandad del Santo Entierro -Viernes Santo-) me comenta que este accesorio tan femenino tiene un origen incierto, así como su antigüedad se la cree el resultado de la fusión del velo y el manto, utilizados como abrigo para luego ser una pieza ornamental de uso exclusivamente femenino. "Su historia -continúa- más bien escasa y repetida, la encontramos pulsando una tecla, pero la pregunta es si quien la lleva sabe lo que realmente representa".


Cuando mi madre era pequeña, la única mantilla que veía era la que su abuela guardaba en el 'secreto' de la cómoda, un lugar situado justo debajo del mármol (que servía como tapa) y del que no muchos sabían de su existencia (aquí podéis ver un ejemplo). "En la casa sabíamos de la llegada de la Semana Santa porque la habitación olía a alcanfor. La noche del Jueves Santo, mientras esperábamos el paso/trono del Nazareno - os aclaro e interrumpo a mi madre, se refiere a la procesión más famosa de San Fernando, mi ciudad, aquella que me vio nacer; continúa- la mantilla presidía la sala, extendida sobre el respaldo del sofá".
Tradición que, como os he comentado anteriormente, ha heredado mi mamá, así como la mantilla. "Entonces las señoras -sigue- no solían ponérsela y si lo hacían era para acudir a los Santos Oficios y visitar los sagrarios que se encontraban en el camino. Años después, dicen, se ha puesto de moda. Y a la vista está. Pero hijo, la mantilla no es ni un tocado, ni un velo bonito y caro, ni un complemento cuyo uso circunstancial o tradicional obedece a la fugacidad de una tendencia. Todo lo contrario, la mantilla forma parte de un rito y en la Semana Santa es la asunción del luto, del duelo, como señal de respeto".
Y mientras la miro embobado por la realidad y calidad de su discurso, Adelaida, mi madre, continúa: "Lo que te acabo de decir trata de un matiz, de un detalle ignorado siendo este el motivo por el que se la prohibió en Toledo durante varios años. Los periódicos y revistas se llenaron de fotografías de verdaderos caricatos con los labios tan rojos como si hubieran acabado de comer higos chumbos. Fue como hojear un book de modelos en el que se recogían instantáneas resultantes de lo más parecido a un paseo con un vestido de diseño. Ante semejante desfachatez, se publicó la prohibición".
STOP! Paro un momento porque a lo mejor muchos malinterpretan estas últimas palabras. Mi madre no está criticando el uso de la mantilla en la fotografía y desfiles de moda, al contrario, sólo afirma que tiene que seguir una serie de reglas que varían en función del contexto en el que se utilice. Si es para moda, juega con ella; si es como símbolo de respeto hacia una religión, haz porque sea evidente. "Y es que la mantilla -termina- se debe llevar con el rigor, la solemnidad y la seriedad que ello requiere -dentro de la Semana Santa- y esto solo es apreciable es muy pocas señoras que realmente saben su significado".

Al acabar nuestra conversación, me dirigí hacia mi cuarto, que está intacto desde que lo dejé como dormitorio habitual hace ya unos 8 años, desde que me instalé en Madrid. Me senté frente al ordenador y empecé a escribir a este post que, después de terminarlo, se ha convertido en uno de los más especiales de este blog. No sólo porque, por amor de madre, ella se encuentra por primera vez entre unas líneas mías (bueno miento, ya lo hice una vez, cuando publicó su novela, pero nunca la 'utilicé' como fuente), sino porque nunca pensé que me servirían sus palabras para un artículo sobre moda (ella dice ser una total ignorante).
Está comprobado: la sabiduría la tenemos tan cerca que a veces nos parece hasta insignificante. Lástima que tengamos que curiosear un poco y 'tantear' para darnos cuenta de que, al final, las que todo lo saben, siempre, son nuestras madres. ¡ARRIBA LA MANTILLA!
Muchos besos y que la tendencia os cace