Jugar a disfrazarse: cuanto más simple, mejor

Por Aguamarina Maribel Jiménez

Hay un momento, normalmente a partir de los tres años, en el que los niños empiezan a explorar el juego de roles, o el jugar a ser, y adoran disfrazarse.

Es entonces cuando les regalamos disfraces hipersofisticados, perfectamente acabados y muy reales, que además de ser carísimos, son encima sintéticos (de las condiciones de fabricación ya no digo nada, pero habría que estirar del hilo para darnos cuenta de qué compramos…).

Puede pasar que esto nos parezca poca cosa, y es entonces cuando les compramos el baúl de veinte pares de tacones de plástico, la colección de bolsitos y tiaras de princesa y aquel que lleva todas las pistolas, caretas y antifaces del mercado.

Y así, en un tris, empiezan los niños a convertirse en coleccionistas de disfraces, para que al final los usen poquísimo (normalmente si viene algún amiguito/a a casa que más que usarlos, los revuelven y desperdigan por toda la habitación), y  acaben, por mal que nos pese, siendo un revoltijo de vestidos y trajes (que enseguida les quedan pequeños) arrinconados y olvidados en un armario.

Esto no es facilitar un juego de roles libre y creativo.

No hace falta gastarse 70€ en un disfraz de princesa (a Sunflower le regalaron uno de Bella que costó eso mismo! Y ahí está casi a estrenar…), o de super-héroe, no solo es innecesario, sino que obstaculiza el juego libre y creativo del niño/a.

El cambio y la transformación en el juego

El cambio y la transformación son una parte inherente del juego en los niños pequeños. Los niños no necesitan mucho para embarcarse en el juego de roles.

Ellos miran alrededor y todo puede ser usable para su juego. De repente el sofá es un barco pirata, y al minuto siguiente es el castillo de la princesa. Un cojín es un escudo y el plumero una espada. Con una simple tela de algodón ¡pueden serlo todo! Un rey, una sirena, un panadero, una bailarina,…

Los niños son capaces de cambiar las cosas que tienen alrededor, usándolas para fines distintos según el momento, con la ayuda de la fantasía, haciendo de ellas nuevos juegos.

Esto es así porque los niños ven los objetos, toman algunas características, su imaginación rellena los detalles necesarios,  y los mezclan con sus propios recuerdos: impresiones visuales, su motivación del momento, sus necesidades no expresadas, sus experiencias corporales, lo que mamá o papá acaban de decirle…

Y de esta manera crean un collage maravilloso, en el que introducen voces, y sonidos que van probando y probando en una hermosa escena que sale totalmente de ellos mismos.

Podemos decir que la forma en que los niños combinan los objetos, las palabras y sus experiencias en el juego es similar a cómo los adultos  asociamos nuestros pensamientos libremente cuando soñamos. ¿Y no es maravilloso soñar?

Por eso, cuanto más simple sea la ropa y complementos para disfrazarse, más oportunidades de imaginar numerosos modos y aventuras pueden asociar a ellos.

Materiales capaces de ser transformados

Ya te he hablado varias veces de la importancia de ofrecerles juguetes que sean verdaderos (naturales, bellos, sencillos, sin instrucciones,…), y esto lo podemos aplicar también a los materiales disponibles en casa para el juego de roles.

Deben ser complementos capaces de ser transformados, lo que solo es posible si son sencillos y poco definidos.

De esta manera los niños, con su imaginación, pueden transformarlos, transcendiendo a los objetos y dando los detalles necesarios con su imaginación.

La imaginación necesita este tipo de actividad para no quedarse estancada y desarrollarse.

Y ya sabemos que los juegos del niño de hoy serán los pensamientos del joven de mañana.

Entonces, ¿qué materiales podemos ofrecerles?

Los pañuelos de juego, imprescindibles

Los pañuelos de juego, preferiblemente de algodón o de seda (no sintéticos por favor), son el elemento de juego más versátil que podemos ofrecer a un niño/a.

Una simple tela cuadrada y cuántas cosas puede ser: una manta, una capa, una cortina para una cabaña, un portabebés, un vestido, una falda, una bandera, un muro de una fortaleza, de una casita,…

Los que son de fibras naturales, además de versátiles, son muy duraderos, alimentan los sentidos e inspiran la imaginación.

Sunflower tiene varias telas de seda y de algodón (te hablé de ellas aquí), su favorita sin duda es el pañuelo de seda arcoíris, que también existe en su versión alas.

Otros complementos básicos

Para que las telas sean más funcionales y sirvan para crear vestidos podemos añadir algunas cintas o cuerdas de colores. Uno de los primeros DIYs Waldorf que aprendí a hacer son estas cintas de ganchillo que tienen una infinidad de usos: como cinturón, como cordón de una capa, para construir una cabaña donde colgar las telas,…

Si sabes hacer ganchillo, son de lo más fácil del mundo, de 2 a 4 puntos bajos (según el ancho que quieras) e ir cambiando de fila hasta conseguir el largo deseado. Puedes hacerle unas cuantas, incluso una gradación de colores del arcoiris, y ya verás cómo las utiliza muchísimo en sus juegos.

También puedes hacer una corona de ganchillo, o alguna de flores de fieltro (esta tan bonita es de Jugar i Jugar).

La corona de ganchillo la hice siguiendo este patrón y Sunflower le ha dado una cantidad de usos infinitos (desde princesa, a india, hasta casco de bombero), la hice con lana multicolor para que fuese todavía menos definida.

Otros complementos básicos podrían ser una varita mágica (la nuestra es una estrella de fieltro pegada a un palo, así de simple), una espada de madera, y algún gorro o sombrero. El que tenemos de pirata es de un pack DIY también de Jugar i Jugar que Sunflower cosió ella misma con gran entusiasmo, y le da muuucho juego. ¡Y  la espada mucho más!

Para guardar todas las telas y complementos tenemos un cajón de madera de Ikea al que le pusimos unas ruedas para que sea móvil y lo pueda desplazar por toda la casa y el jardín, es muy económico (unos 15€ todo) y muy práctico. Sunflower además le suele atar una de sus cintas de ganchillo y así se lo lleva arrastrando a todas partes.

Algo que también incluiría, aunque nosotros lo guardamos en el baño y no en el cajón de madera, es pinturas para la cara, Cris Ranita de Froggies nos regaló el año pasado unos sets de Snazaroo y son fantásticos, Sunflower los usa muchísimo, ella sola, con nosotros, con sus amiguitos, hoy mismo se ha pintado la cara de flor y se ha puesto una tela verde de capa…

Y ya está, lo que sin duda considero imprescindible son unos buenos pañuelos de juego (que pueden ser incluso de sábanas viejas que tengas por casa), aunque priorizaría los de seda, que son frescas y ligeras y nutren los sentidos, pocos  complementos significativos, ¡y a jugar!

Con Carmen y Claudia, nuestras amigas de Jugar i Jugar, nos hemos propuesto desarrollar estas semanas una serie de artículos encaminados a cómo organizar espacios de juego en casa, este ya lo podemos incluir como uno de ellos, el rincón de los disfraces, que cuanto más simple, mejor, sin duda.

¡Te espero en los comentarios!

Lo que se gana a través del juego viene fundamentalmente de la actividad propia del niño, por todo lo que no está determinado por reglas fijas. El verdadero valor educacional del juego está en el hecho de que ignoramos nuestras reglas y regulaciones, nuestras teorías educacionales, y damos licencia al niño. – Rudolf Steiner

Aguamarina