Dentro de unos cuantos días, entrarán en el hospital los nuevos médicos residentes, que en su mayoría son médicos generales que comenzarán su proceso de especialización. ¿Nunca se han preguntado cómo se las apañan para aprender las competencias de su especialidad desde cero?
Bien, el aprendizaje se obtiene de diversas fuentes. El médico residente en sus primeros años estudia libros y lee artículos; recibe cursos de formación por parte del hospital y es tutorizado por diversos médicos adjuntos ya especialistas.
Pero existe una importante fuente de formación que normalmente es ignorada y maltratada: los erres mayores.
Los erres mayores son también médicos en proceso de especialización, pero que comenzaron su periodo de formación un curso antes. Ellos son los que dan esos consejos básicos para la práctica diaria; esos trucos para sobrevivir dentro de la compleja organización sanitaria que no viene explicada en ningún libro. Son los que conocen tu futuro e inmediato trabajo mejor que nadie y los que te orientan de la forma que sólo una persona que hacía escasamente un año estaba tan perdida como tú es capaz de hacer.
Gran parte de la formación de muchos especialistas de nuestro tan alabado sistema sanitario ha sido gracias al trabajo anónimo y altruista de estos erres mayores.
Quizás ahora sea el momento de pensar si es oportuno que los médicos con menos experiencia sean los que proporcionen tantos consejos útiles a los residentes novatos y si los beneficios de esta forma de orientación superan los riesgos.
Yo no tengo herramientas suficientes para responder esta última pregunta, pero sí que les puedo contar que mis erres mayores han sido dos maestros excepcionales. Está próximo el día en el que acaben su residencia, dejándome a mí la responsabilidad que ellos han ejercido. Espero estar a la altura.
Foto: Con Migue y Rafa, mis erres mayores, esta misma noche, en la Feria.