Killing Them Softly (Andrew Dominik, 2012) cuenta la historia de diversos personajes enredados en distintos niveles del mundo criminal, a partir de un robo a una partida ilegal de cartas. Está basada en la novela de George V. Higgins, que, según leo aquí, se centraba más en un retrato de los bajos fondos. Andrew Dominik, sin embargo, lo ha conjugado con una reflexión un tanto reiterativa acerca de cuán lejos quedan las buenas intenciones de la política del mundo de las “malas calles”. Junto a eso, encontramos que la dirección de Dominik se excede donde y cuando no debe, y al cabo Killing Them Softly limita su fuerza a ciertas escenas, y a lo que venía del libro, más que a ese discurso irónico y político.
Killing them Softly va alternando escenas de diálogo y escenas de acción. Esto podría ser, claro, el esquema de otras mil películas, pero aquí se nota mucho más. Primero, porque las acciones son, en verdad, bastante escasas. En cierto modo, no sucede mucho en la película. Esto no es necesariamente un problema. Más bien, suele ser al contrario. En dos horas, casi ningún guión soporta demasiados hechos. Ahora bien, a ratos la anécdota se antoja tan pequeña que ciertas zonas del metraje se antojan añadidos forzosos.
En particular, sucede con la escena en la que los dos tipos que realizan ese robo, tras él, se reencuentran. Uno de ellos se inyecta heroína, y cuenta una historia que le ha sucedido, y retrasa y retrasa contarle a su colega si al final se ha ido de la lengua o no en delatarse como coautor de ese robo. Por cómo se extiende, si razón aparente, y por cómo Andrew Dominik cae en los tópicos de cómo rodar un cuelgue, la escena sobra. Pero también alerta de uno de los problemas de la película.
El director, a veces, necesita destacarse. Lo hará en una escena posterior, en la que se ralentiza hasta la eternidad la ejecución de un personaje. Lo hará nada hasta en un plano de transición. Jackie (Brad Pitt) visita a Mickey (James Gandolfini) en un hotel. Como tal, no tiene mayor importancia, y sin embargo, el director le impone un efecto para "alargar" el pasillo. A ese extremo llega el afán de notoriedad de Dominik. No hacía falta. La primera escena de esta clase, el propio robo, es verdad que se alarga un tanto (quizá la novela no daba para un guión de tanta duración). Pero es bastante efectiva, porque esos tiempos muertos, ese ritmo más pausado, no va todo el tiempo en detrimento de la tensión. Y es que se parte de una ventaja presente en toda la película. En Killing Them Softly no hay protagonistas. Por tanto, cualquier cosa puede suceder. Cualquiera puede morir. Y por eso, la escena del robo funciona tan bien. No podemos anticipar cuál será su resultado.Pero no seamos malos. Supongamos que no haya sido ganas de destacarse las que se ocultan tras las decisiones del director en esos momentos de acción. Supongamos que existe otra posibilidad. Una que tenga que ver con el segundo aspecto que enfatiza esa alternancia entre acción y diálogos: el hecho de que las escenas donde predomina estos diálogos sean muy largas. Quizá Dominik no confiaba en que éstas probaran su dominio del oficio. O quizá supuso que un film de criminales requería mayor énfasis en la acción, o hacerla más atractiva. El hecho es que estas escenas de diálogo ofrecen un poco de todo. Me extenderé más en su análisis en su siguiente post. Aquí, basta que diga que cuando se centran en los personajes y además revierten sobre la trama, hacen que la película suba el nivel. Otras veces, son igualmente interesantes, porque reflejan el tema: en las escenas en que Jackie se cita con el que reporta al “comité” que da las órdenes y aprueba los diferentes pasos que se siguen. Sí, es posible que haya un poco de reiteración (gente que habla de lo que se va a hacer, y veremos). Pero también es verdad que en esos encuentros y sus diálogos se muestra el funcionamiento, extraño, frío, natural a la vez, de esta organización criminal.
Es una rutina donde se desglosan planes para dar una paliza o para matar a alguien como si fuera lo más normal del mundo. Al tiempo, Jackie se desespera por ese funcionamiento burocrático que se le escapa, y, según sus propias palabras, no está en contacto con “lo que se dice en la calle”. Como si la organización criminal fuera una multinacional o un banco, los “jefes” (lo llaman "el comité") no saben de “el mundo real”. Es posible que aquí haya una de esas conexiones con esos discursos políticos que se escuchan durante la película.
Después, hay una cierta inconsistencia en el tono. Por un lado, tenemos esos diálogos hiperrealistas donde no se acorta nada, y se deja a los personajes hablar y hablar. O la paliza a Mackie que se pliega a ese mismo ritmo que no contrae, que no resume. Pero, por otro lado, tenemos el asesinato a cámara lenta, o el cuelgue del heroinómano. No seré yo quien diga si el tono de un film tiene que ser, por obligación, el mismo todo el tiempo. Pero en Killing Them Softly estas variaciones de tono hacen que uno se pregunte si, pese a que la anécdota es bastante pequeña, cómo es que no sabemos del todo bien de qué trata, si trata de dos cosas inconexas, o si no se decide del todo por qué quiere contar y decir. Como se lee en esta crítica de Dana Stevens para Slate:
"It’s hard to deglamorize the criminal life when you can’t resist showing a bullet leaving a gun barrel in stylized super-slow motion or scoring the anti-hero’s first entrance to a Johnny Cash song."
Al director le pierde un detalle más. El énfasis de esa escena del asesinato en parte se extiende al mensaje, que opina que tiene que martillearnos. Dominik traslada la novela desde los 70 hasta los momentos previos en que Obama despegaba como opción para acabar con la presidencia de Bush. Ya desde la primera escena se demarca la distancia entre lo que se cuece en las campañas y ciertos barrios y personas.
Bastaba con esa primera escena, para que entendiéramos esa relación entre criminales de andar por casa (torpes, estúpidos, peligrosos; una combinación que me recuerda a lo mostrado en las dos primeras temporadas de Justified) con la “big picture” de la política estadounidense. Pero no. A lo largo del film se oirán más y más discursos de fondo (en la televisión, en la radio), donde se incide en esa ironía: digan lo que digan los políticos, nada cambia.
Aun más. Por si acaso no lo habíamos captado, el guión sitúa el final de la historia justo en el momento en que Obama sale elegido, con fiesta en las calles, y fuegos artificiales. Jackie acude al bar a verse con su intermediario con la organización, y allí hay un televisor donde el presidente da el ya famoso discurso de “America es todo el mundo”. Esto ya lindaba con la reiteración, pero ahí que Jackie tiene que comentar dicho discurso y denigrarlo. Cuando dice “America is not a country. It´s a bussinnes” ya rechinan nuestros oídos. Estoy del todo de acuerdo en este resumen que hace Karina Longworth para The Village Voice: "It's a movie that shows, and then tells, tells, and tells again, its vibrant conjuring of contemporary cynicism felled by Dominik's lack of faith in his audience's ability to connect thematic dots."
No, Killing Them Softly abre dos caminos que no se mezclan bien, y cuando se dedica a las debilidades y miserias de este universo de ladrones y asesinos que actúan tanto sin cerebro, sin esperanzas, sin conciencia, es cuando se acerca a ser una gran película de cine negro contemporáneo.