Kinhin es el patito feo del zen y sin embargo es la piedra de toque, después de todo, en lo que se refiere a nuestra acción en el mundo. Es la parte de zazen que entrena en el ir de la contemplación a la acción cuando el dojo se cierra a mis espaldas.
Uno piensa que zazen es “nada más” que lo que hemos escuchado mil veces repetido pero es cierto que también es la “reproducción”fiel y exacta de la Creación en su viaje de ida y vuelta y vuelta a comenzar: Nada-acto-nada. Silencio-sonido-silencio. Vacío-forma-vacío. Por descontado que esto que digo no es lo que Es pero no se me ocurre cómo decirlo para que las palabras se ajusten a la realidad y como a buen entendedor pocas palabras le bastan...
Kinhin es como si fuera el acto, sonido y forma entre sentarse y sentarse. Es ahí donde vemos cómo ponemos en pie y en marcha el zazen de todos los días: algunas veces posamos el pie como pidiendo perdón y permiso, otras arrasamos como elefante en una cacharrería, otras más no se sabe si parece que avanzamos o nos queremos quedar, temblando de miedo...
Sea como sea, que para cada cual es de una manera y de cada vez es distinto, la próxima vez que la campanita haga “dinnnngggg” y toque kinhin, mira a ver si corres o caminas, si tus pasos suenan como el cristal o como la tormenta o sólo hacen ruido o ni se notan o empujas al de delante o frenas al de detrás.....