Knut Hamsun, sin embargo, no se conforma con aporrear a las mentes de su época advirtiéndoles de los males que les acompañarán si apoyan sin más a la peligrosa —para él— revolución industrial, pues de una forma valiente y un tanto extraña para la época en la que fue escrita en su novela, esgrime en varias ocasiones una postura de la mujer alejada de la que se podría presumir en aquellos años, tratando sin miedo los temas del aborto y la necesaria presencia de las mujeres en la sociedad, a través, por ejemplo, de su derecho al voto. Si el nacimiento de una nueva vida en La bendición de la tierra siempre viene acompañada de la soledad y la dureza del lugar donde sucede, no es menos cierto que el hecho de dotar a las mujeres de la libertad en el poder de decisión sobre la vida de sus hijos, las enmarca mucho más allá de la figura de infanticidas que se las podría suponer, pues los miedos que llevan aparejadas tales decisiones, las retratan como heroínas de su propia desgracia. Aquí, como en el resto de la narración, Hamsun saca el máximo partido a su historia y a su técnica narrativa, pues lo que en principio puede parecer una aburrida y anodina secuencia de vidas en un lugar inhóspito de Noruega, él lo convierte en una epopeya —por lo poético que en ocasiones alcanza su prosa— del ser humano que debe enfrentarse contra sí mismo y contra la indomable naturaleza. En esa batalla de colosos el hombre a veces ganará y, en otras, sucumbirá a las inabarcables coordenadas que los bosques, la nieve o la envidia del resto de los colonos, le llevarán hasta un pozo sin fondo. De ese derrumbe y nuevo resurgimiento que se nos propone, es de donde el escritor noruego saca tanto de tan poco, pues convierte a esta novela-mundo en una secuencia de luces y sombras que navegan por un río silencioso: el de la propia vida sin más, lo que nos demuestra que su genio y su gran maestría como escritor son como la semilla de la vida que crece entre el cuerpo y el alma. Ángel Silvelo Gabriel.
Knut hamsun, la bendición de la tierra: la semilla de la vida que crece entre el cuerpo y el alma
Por Asilgab @asilgabKnut Hamsun, sin embargo, no se conforma con aporrear a las mentes de su época advirtiéndoles de los males que les acompañarán si apoyan sin más a la peligrosa —para él— revolución industrial, pues de una forma valiente y un tanto extraña para la época en la que fue escrita en su novela, esgrime en varias ocasiones una postura de la mujer alejada de la que se podría presumir en aquellos años, tratando sin miedo los temas del aborto y la necesaria presencia de las mujeres en la sociedad, a través, por ejemplo, de su derecho al voto. Si el nacimiento de una nueva vida en La bendición de la tierra siempre viene acompañada de la soledad y la dureza del lugar donde sucede, no es menos cierto que el hecho de dotar a las mujeres de la libertad en el poder de decisión sobre la vida de sus hijos, las enmarca mucho más allá de la figura de infanticidas que se las podría suponer, pues los miedos que llevan aparejadas tales decisiones, las retratan como heroínas de su propia desgracia. Aquí, como en el resto de la narración, Hamsun saca el máximo partido a su historia y a su técnica narrativa, pues lo que en principio puede parecer una aburrida y anodina secuencia de vidas en un lugar inhóspito de Noruega, él lo convierte en una epopeya —por lo poético que en ocasiones alcanza su prosa— del ser humano que debe enfrentarse contra sí mismo y contra la indomable naturaleza. En esa batalla de colosos el hombre a veces ganará y, en otras, sucumbirá a las inabarcables coordenadas que los bosques, la nieve o la envidia del resto de los colonos, le llevarán hasta un pozo sin fondo. De ese derrumbe y nuevo resurgimiento que se nos propone, es de donde el escritor noruego saca tanto de tan poco, pues convierte a esta novela-mundo en una secuencia de luces y sombras que navegan por un río silencioso: el de la propia vida sin más, lo que nos demuestra que su genio y su gran maestría como escritor son como la semilla de la vida que crece entre el cuerpo y el alma. Ángel Silvelo Gabriel.