

Tras aquel primer libro, que resultó todo un éxito de ventas, el fraile presenta ahora una segunda parte: 'No le tengas miedo al sexo, así que ama y haz lo que quieras'. El volumen, editado por RJL, se presentó el pasado miércoles en el Centro Riojano de Madrid y, aunque todavía no ha llegado a las librerías, ya está a la venta por internet. En esta ocasión, el texto llega en forma de conversación con el profesor Sylvester Szefer. Y sus palabras pueden crear alboroto en algunos lectores. El fraile, como declaraba al periódico polaco 'Gazeta Wyborcza', anima a convertir el acto sexual en una fiesta: «Yo les digo: tenéis vuestra posición preferida, la lencería, los perfumes que os gustan en el dormitorio, pues entonces... ¡aprovechadlo!».
Sexo oral, sí; vibradores, no
Más aún, el padre Knotz anima incluso a adentrarse por las sendas del sexo oral, aunque solo como juego previo: «¿Cómo puede ser algo inmoral cuando las caricias orales ayudan a la pareja a estar junta de una manera más íntima?». Eso sí, las diversiones laterales tienen ciertos límites, al menos desde el punto de vista católico: «Vibradores o bolas chinas es ya irse demasiado lejos. Vale la pena buscar el placer en la propia relación y no en complementos artificiales».
Al tratado del fraile polaco le han apellidado el 'Kama Sutra' para católicos, aunque al autor no le hace mucha gracia: «Es una cosa de marketing y espero que no desvirtúe la esencia del libro». El padre Knotz no recomienda posturas, pero anima a disfrutar del sexo sin miedo: «Los esposos deben sentirse libres y no dedicarse a sortear prohibiciones. Yo suelo comparar el sexo a un partido de fútbol en el que hay que meter un gol, pero también es importante el estilo de juego».
Eso sí: siempre hay que buscar el gol. Este partido, según Knotz, no se puede jugar sin ariete: ni la masturbación ni los preservativos son admisibles, salvo en circunstancias especiales. Porque el fraile capuchino no es un padre Apeles cualquiera: ejerce su magisterio con el apoyo de la jerarquía y no se desvía de la ortodoxia. Por eso no vacila cuando asegura que el orgasmo «puede ser una experiencia religiosa» y que Dios «también está en la vida sexual».