La Abuela, La Abuela

Por Loracueto

¿Quién nunca se enfada y es siempre tan buena?, La madre dos veces, La plácida abuela”, J.M Alfaro Cooper
Desde niño tuve la tonta idea que la abuela era inmortal, pues un ser tan lleno de luz no debía pertenecer a este mundo. Gracias al destino dejé de pensar como niño y las circunstancias me obligaron a sacarme esa idea errónea de la cabeza, dándome cuenta que la abuela sí era de carne y hueso.
Con sus sabios consejos solía solucionar los problemas de cada uno de los integrantes de la familia, y sufría a la par de quien mojaba su hombro, luego de un regaño y de alguna ocurrencia coloquial. Autora de la película imaginaria: “Acuéstate conmigo y serás madre”, usada para bromear un poco con quien salía animadamente al cine y dueña de las más exquisitas recetas que todo familiar o visitante degustó, pues sus manos siempre fueron multiplicadoras de alimentos. La abuela bailaba canciones folclóricas y se imaginaba en la plaza de algún pueblo perdido.
Recuerdo con rabia cómo me pegó con una chancleta de cuero cuando el primo casi se ahoga por jugar con una sábana, aún me pregunto por qué me golpeó sino tuve la culpa, pero le agradezco porque desde entonces con más placer duermo con la sábana de pies a cabeza. También recuerdo sus regaños cuando nos reíamos en la mesa y afirmaba que eso era una falta de educación y cuando una iguana la golpeó sin cesar en su espalda, y eso que veníamos de un cumpleaños en donde bromeábamos con iguanas de caucho.
La abuela odiaba las redes sociales, y no permitía que publicaran ni fotos ni videos de ella, pero a las eminencias hay que darlas a conocer para que no se borren nunca de las mentes y las generaciones que vengan conozcan un ejemplo de mujer, la misma que pudo sacar adelante a sus 3 hijos y a sus 9 sobrinos, y que contribuyó en la educación de sus 11 nietos y 4 bisnietos a quienes entregó todo su amor y regaló la mejor de las sonrisas.
La abuela hoy no hace parte de este mundo terrenal, lo abandonó para refugiarse en un lugar mejor desde donde puede ver a cada una de las personas por las que velaba en vida, y seguro ha de estar contenta, porque a cada rato insistía en que su mayor deseo era morirse dos veces para comprobar quién la lloraba más y para ver su entierro repleto de gente y de flores, y así fue.
La abuela era poema, era amor, era una vela, era una canción en medio de la lluvia, era, ¿qué era?, qué no era… Es, es y sigue siendo quien nos hace vibrar al recordarla, quien nos motiva a perseverar, quien nos regala un poco de su luz y le alcanza y le sobra, quien nos abraza solo con mirarnos, quien busca la mejor manera de hacernos feliz, quien no se ha ido todavía ni se va a ir nunca, porque un enigma como ella, no se borra ni con cenizas.
Y aunque no haya visto más de uno de mis triunfos, ella sabe con certeza que fueron para ella. La abuela nos está esperando, pero ella sabe que debe aguardar bastante. Siempre lo supo.