La adaptación o la vuelta al cole de los problemas

Por Diego Artola Luzuriaga @DiegoArtola1
La adaptación escolar iguala a padres e hijos en la vuelta al cole, todos acaban desesperados. No hay diferencias, los bebés rompen en llanto y los mayores casi que también. Los pequeños, desolados, se sienten solos y desamparados; los mayores se sienten pequeños sin autonomía y lamentan no poder recobrar su ritmo de vida habitual.  La larga travesía de las vacaciones escolares parece no tener fin. Un verano completo, tres largos meses, demuestran las habilidades equilibristas de los padres, sabido de la inflexibilidad de un sistema educativo que destierra la conciliación laboral. Entonces asoma septiembre y la normalidad se retoma gradualmente como píldoras. La adaptación está diseñada para facilitar la transición escolar de los bebés, una experiencia potencialmente traumática. Los pequeños pasan del repentinamente entorno familiar, cercano y protegido, a un espacio extraño lleno de niños desconocidos en el que faltan las figuras de sus padres. Los centros allanan este proceso con una entrada gradual, muy progresiva, en el que participan los propios padres al principio. Media hora, una hora, dos horas hasta llegar poco a poco al horario habitual. El problema es que las escuelas alargan este proceso hasta incluso 3 semanas, ¡tres semanas!. En el ambiente sobrevuela la sospecha de que los que realmente aprovechan la adaptación son los profesores. Y digo yo, ¿no necesitamos los padres un periodo de adaptación cuando pasamos de 0 a 100, del cielo al infierno, del chiringuito a la oficina?.

Niños en una escuela de suramérica.

En la adaptación el caos es el compañero de viaje de los padres y madres. Por eso, necesitas preparar este periodo con antelación marcando el calendario en rojo con una clara advertencia: Atención peligro, retención de tiempo! Para la adaptación no hay alternativas: O te coges vacaciones o consigues un sustituto para acompañar el bebé, como los eternos abuelos, para el que tenga la suerte de poder disponer de ellos. Otra recomendación es que respires hondo, te hagas monje budista y alcances el Nirvana de la paz interior. No te queda otra. Y ya que no puedes con tu enemigo unete a él y disfruta de unos días libres a destiempo. Consejos para ayudar a tu hijo Al menos, ya que la sobreadaptación es irremediable, puedes ayudar a tu bebé. El primer paso es suavizar el proceso normalizándolo. Es decir, te toca hacer de adulto y no ponerte a la altura del hijo. El puede llorar, pero no aportes tu más paños de lágrima. Tu papel es aportar serenidad y guardarte el nerviosismo porque se contagia al bebé. Lo mejor un beso de despedida como el de cualquier otro día y a esperar a que la adaptación vaya cuajando poco a poco. De todas formas, le verás en a penas media hora.