Cuando la infidelidad deja de ser circunstancia y se convierte en costumbre.
Todo ser humano está capacitado para ser infiel, si se dan las condiciones adecuadas. A diario escuchamos historias de amantes enamorados, aventuras de una noche, reencuentros apasionados con alguna ex pareja, etcétera…
Pero hoy no vamos a hablar de la infidelidad común y corriente. Sobre la infidelidad común y corriente se puede debatir durante años sin llegar a conclusiones claras (preguntémosle a las parejas que han sobrevivido a alguna). La infidelidad compulsiva entra en un terreno diferente: en el de la doble vida.
La pareja infiel es, por tanto, una pareja que necesita permanecer en una relación, pero estando fuera de la relación. Las razones pueden ser diversas, pero la vía que las conecta es sólo una: llenar un vacío.
¿Cómo lo vive la persona con este problema? La adicción a la conquista, a la seducción o al sexo requiere desplegar una serie de estrategias de manipulación que lentamente van descomponiendo la personalidad. La primera vez que lo hacen, se sienten como el drogadicto que prueba su primera raya de cocaína: sólo voy a probar una vez, no pasa nada. Les excita traspasar sus propios límites, pero temen las consecuencias. De modo que al principio ni ellos mismos sabrán que acaban de iniciar un camino largo y destructivo.
El subidón del primer engaño es mayor de lo esperado y puede que la pareja infiel en esos momentos tenga un conflicto interno entre volver a experimentar esa embriagadora sensación de poder e impunidad, o echar atrás y tratar de evitar el desfiladero de la tentación. Algo así como nuestros políticos la primera vez que echan mano del erario público para financiarse los vicios.
Una vez traspasada la línea, la pareja infiel empieza a normalizar la infidelidad.
En un principio, la pareja infiel crea razones para dar rienda suelta a sus instintos básicos. Se argumenta a sí misma que su pareja no le da suficiente atención, o que le controla demasiado, que el sexo es deficiente, que necesita ser admirado por otras personas, que se merece un premio por aguantar ésta o tal cosa…Cuando no encuentra una razón convincente, se la inventa. Me viene a la memoria una persona que confesaba que cada vez que sentía la necesidad de ser infiel, montaba una bronca repentina con su pareja para justificarse.
Desde fuera lo vemos como una crueldad, pero en la enfermedad del adicto, tiene toda su lógica.
Cuando el problema ya está muy avanzado, dejan de necesitar motivos.
Las consecuencias de la infidelidad compulsiva son evidentes. La más evidente, es que se destruyen las relaciones personales. Tener relaciones personales sanas y enriquecedoras es nuestra principal fuente de alimento emocional; por tanto, carecer de ellas o acabar degradándolas nos resta un enorme bienestar esencial para nuestro equilibrio.
El adicto a la infidelidad no consigue disfrutar de la plenitud de una verdadera relación. No ha intimado con sus parejas, porque está demasiado ocupado ideando complejas estrategias para seducirlas y escapar de ellas; no ha conocido la plenitud de amar ni el sentido de un verdadero compromiso y tarde o temprano se encuentra con la certeza de una vida irrealizada, superficial y vacía, en la que nunca halla el amor grandioso que busca y que supuestamente le curará de su sempiterno vacío. No es consciente de que es él/ella mismos el principal obstáculo para sentir y experimentar dicho amor.
La adicción a la infidelidad también va, a menudo, acompañada por otras adicciones.
A su vez, el hecho de vivir en la mentira permanente acaba por mutilar las cualidades humanas: la empatía, tan esencial para gozar el amor en toda su esencia; el autorrespeto, que nos hace sentir en paz con nosotros mismos; la sensibilidad, que nos hace poder apreciar la belleza de la vida misma; y por supuesto, la capacidad para ser feliz. Nos convertimos en un desconocido para nosotros mismos. Hemos perdido toda capacidad de conectividad. El aislamiento y la depresión asoman la cara poco a poco y nos encaminan a un vacío mayor de aquel del que huimos. Nos quejamos de relaciones tóxicas, donde hay distancia, donde no conectamos con la otra persona y no tomamos consciencia de que somos nosotros los que estamos creando ese vacío.
Existe otro factor común en las personas con esta problemática: son celosos. Muy celosos. Como la persona homosexual que rechaza su condición y desarrolla homofobia, los corneadores en serie, suelen desarrollar cuernofobia. Se trata de un total rechazo hacia su propio conflicto interno que resuelven proyectándolo hacia afuera. Peligroso asunto: a menudo esa negación conduce al maltrato del otro. Un maltrato que en realidad es una lucha por algo que protege el sentido de uno mismo y de la propia identidad. ¿Cómo voy a aceptar que no son quien debo ser? Entonces, traslado el conflicto al otro.
Más inofensivo es un infiel compulsivo que lo asume, que uno que lo hace igual pero además no lo acepta.
¿Eres la pareja infiel?
Si sufres, si tu vida es una constante búsqueda de no se sabe qué cosa que nunca encuentras, si te atenaza el vacío y la ansiedad: BUSCA AYUDA. Lo que te sucede es tratable, salvo que tu personalidad sea patológica en extremo (en cuyo caso dudo que estuvieras leyendo este artículo). Asume que tienes una adicción, que no es culpa de nadie y que es tu responsabilidad luchar por salir de ella y aspirar a una vida realizada y digna. Entiende tu problema, afronta tu responsabilidad sobre ti, deja de responsabilizar a tu familia, a tu pareja, a tus hijos o a tu jefe, échale huevos y ovarios y sal del armario.
¿Eres la pareja de la persona compulsivamente infiel?
Si conoces el problema de tu pareja y sigues al pie del cañón intentando controlarle, desentrañar sus traumas o ayudarle, para el carro. Tu vida no puede estar centrada en los problemas de tu pareja, ni en lo que puede pasar en su cabeza. Te comprendemos. Llevas tanto tiempo viviendo así, que ya no te acuerdas de haber vivido de otra manera.
Te digo lo mismo que a tu pareja: BUSCA AYUDA, PARA TI. La pareja del adicto a menudo desarrolla un perfil codependiente, lo cual ya es un problema en sí mismo. Ocúpate de tu propia cabeza. Mira hacia ti. Empodérate. Apóyate en personas sanas que puedan asesorarte con objetividad. Sal del modo control: tu pareja seguirá siendo infiel aunque tú seas Sherlock Holmes, no tienes nada que hacer contra alguien que lleva años buscando mil y un estrategias para engañar y engañarse a sí mismo.
Protege tu salud: un adicto no siempre está en situación de controlarse en un momento de entusiasmo impulsivo ante una seducción lograda, de modo que no es nada raro encontrarse con el regalito de una venérea en el momento menos pensado.
Una vez reunidos los recursos, reflexiona: ¿quiero/necesito esta relación en mi vida? ¿quiero luchar por ella? Si la respuesta es sí, insiste en la terapia y no sigas adelante ni asumas compromisos si tu pareja no lo hace.
Conclusión:
Salvo excepciones, la infidelidad compulsiva es muy destructora para la relación de pareja. A menudo la persona engañada siente después de todo que su pareja es un fraude y la otra persona inevitablemente se impide a sí misma disfrutar de la verdadera intimidad que sólo da el poder ser uno mismo con la persona a la que se quiere.
Y la pregunta del millón es: ¿es posible querer cuando te escondes, huyes y no permites el acceso a tu ser real?
La infidelidad es como estar de socio con alguien y robar dinero de la caja (Fernando Sabino)
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