Según Saldaña-García, el curso y el desenlace del trastorno son muy variables. Algunas personas se recuperan totalmente después de un episodio, otras presentan un patrón fluctuante de ganancia de peso seguida de la recaída y otras sufren un deterioro crónico a lo largo de los años. Con el tiempo, especialmente en los primeros cinco años después del inicio, una fracción significativa de individuos que padecen anorexia nerviosa tipo restrictivo empieza a recurrir a atracones, lo que indica un cambio al subtipo compulsivo/purgativo. Un cambio sostenido en el cuadro clínico (aumento de peso junto con presencia de atracones y purgas) puede permitir a veces un cambio en el diagnóstico por el de bulimia nerviosa.
La mortalidad a largo plazo de este trastorno es de un 10% (DSM-IV-TR). La muerte se produce por inanición, suicidio o desequilibrio electrolítico. Después de 20 años o más de duración del trastorno, la mortalidad es del 18% (Treasure).
Se han señalado como síntomas de mal pronóstico la larga duración del trastorno con muchos intentos de tratamiento; el peso mínimo alcanzado; la edad de inicio en asociación con un pobre ajuste premórbido; la personalidad premórbida, las dificultades sociales y las relaciones familiares deterioradas. (Treasure).
La prevalencia de la anorexia nerviosa durante la vida es, en las mujeres, aproximadamente de un 0.5% (DSM-IV-TR). Predominan los sujetos que se encuentran por debajo del umbral para el trastorno (es decir; con un trastorno de conducta alimentaria no especificado). La prevalencia entre los hombres es aproximadamente una décima parte de la de las mujeres. Es, además, un trastorno muy extendido entre ciertas profesiones, por ejemplo, gimnastas y modelos.
Este trastorno parece ser mucho más prevalente en las sociedades industriales en las que abunda la comida y en las que estar delgado se relaciona estrechamente con el atractivo (especialmente en mujeres). Es más frecuente en Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia, Japón, Nueva Zelanda y Sudáfrica; de la prevalencia del trastorno en otras culturas se posee muy poca información. La anorexia nerviosa raras veces e inicia antes de la pubertad; sin embargo, algunos datos sugieren que la gravedad de los trastornos mentales asociados puede ser mayor en los casos prepuberales (DSM-IV-TR). En cambio, otros datos indican que cuando la enfermedad se inicia en la primera adolescencia (entre 13 y 18 años) el pronóstico es mucho más favorable. Más del 90% de casos se observa en mujeres.
Se inicia típicamente entre los 14 y los 18 años. Es muy rara la aparición de este trastorno en mujeres mayores de 40 años. El comienzo de la enfermedad se asocia muy a menudo a un acontecimiento estresante.
Según Toro y Villardel los criterios que indicarían la conveniencia de ingreso hospitalario son de tres tipos:
1. Médico-biológicos: pérdida de peso igual o superior al 25% del peso esperado según la edad y talla, o presencia de irregularidades electrolíticas, alteraciones en los “signos vitales” o infecciones intercurrentes.
2. Familiares: relación familiar conflictiva en extremo.
3. Psicológicos individuales: presencia de psicopatología importante.
Cuando la pérdida de peso es considerable, pueden aparecer síntomas como estado de ánimo deprimido, irritabilidad, retraimiento social, insomnio y pérdida del interés por el sexo. Pueden aparecer cuadros con todos los criterios del trastorno depresivo mayor o características del trastorno obsesivo compulsivo (el funcionamiento obsesivo e intrusivo acerca de la comida es precisamente fomentado por el estado de inanición). La comorbilidad
con trastornos de personalidad es también importante, principalmente con el trastorno límite (37%), evitación (33%), y dependencia (10%).
En un estudio llevado a cabo por María Yolanda Vellisca González y cols. se llegó a conclusiones que avalan la distinción entre anorexia nerviosa de inicio temprano vs. Tardío. Por un lado, un porcentaje (21.4%) de pacientes manifestaba un inicio temprano del problema, antes de los 14 años, que en el caso concreto de la AN, supone que prácticamente en todos los casos se encuentra una afectación importante en la percepción de la imagen corporal. Este aspecto resulta menos relevante en el caso de los trastornos de inicio tardío y en mucha menor medida en los casos de AN atípica. Las implicaciones teóricas de estos datos son relevantes en varios aspectos. Así, se podría empezar a plantear la posibilidad de establecer subtipos de AN en función de la edad de inicio. En este sentido, el componente cognitivo-afectivo relacionado con la percepción corporal podría ser central en estos casos.
Investigaciones realizadas con población preadolescente y adolescente, han documentado la presencia de conductas alimentarias de riesgo y problemas en la percepción de la imagen corporal, particularmente en el género femenino, ya que a las mujeres se les invita y se les recuerda constantemente “el poder que posee la apariencia física y el valor de la delgadez” (Killen y Taylor, 1996) y que el comer poco es más femenino (Cachelin, Rebeck, Chung y Pelayo, 2002; Leonhard y Barry, 1998).
Así, teniendo en cuenta que la imagen corporal se va gestando durante la niñez y que es a partir de la adolescencia cuando tiene un gran peso en el desarrollo psicosocial de la persona, intervenir sobre este ámbito podría tener importantes efectos preventivos, tanto para la no aparición del trastorno como para el abordaje inicial del mismo.