Desde hace muchos años, María Isabel Correa es una profesional que se distingue por lograr una arquitectura acogedora, de una manera que aparenta sencillez, pero que incorpora un inmenso trabajo que no somos capaces de vislumbrar a primera vista. Sin embargo, lo que ya es muy destacable es la gran calidad de ejecución que tienen todos sus edificios. Una de las cualidades más admirables de Maribel Correa es su capacidad para empatizar con aquellos que deben ejecutar sus órdenes. Porque la arquitectura es una disciplina que no depende del esfuerzo de una única persona, sino que es el resultado de la intervención de múltiples operadores y artesanos, cada uno con sus objetivos y su experiencia personal de trabajo. Ella consigue lo que otros no podemos hacer tan eficazmente: involucrar a casi todos los que intervienen en el esfuerzo común para lograr edificios de magnífica factura.Más valiosa aún es su gran profesionalidad, su capacidad para entender las necesidades reales de aquellos a los que aporta su arte. Sobre todo, si observamos que vivimos en una época en la que impera una concepción económica mal entendida. Un desempeño técnico y artístico ligado al comercio y a la producción de obra con el exclusivo objetivo del máximo lucro; y en la que las razones artísticas o, meramente, la calidad de la arquitectura son valores que no suelen interesar realmente más allá de simples operaciones cosméticas o publicitarias. Dos obras iniciales, que obtienen sendos Premios Oraá de Arquitectura Canaria, abrirían con enorme éxito la trayectoria profesional de esta arquitecta en Santa Cruz de Tenerife a comienzos de los años 80.
En el edificio Múltiples II se produce por primera vez esa estrategia que les distinguirá en muchos trabajos posteriores y que se refiere a una integración amplía de la arquitectura para producir un resultado de un alto refinamiento y durabilidad: Me refiero a consideraciones como, la provisión de espacios altamente funcionales, una espléndida definición constructiva, junto con el exquisito cuidado del interiorismo y la incorporación de otras expresiones artísticas. En ese caso, la inteligente inserción de una pieza escultórica de en el patio central enriquece aquel espacio.Algo similar ocurre con la sede del Cabildo de La Gomera. Una obra de 1997 que se preocupa por ofrecer un remate respetuoso al entorno en el que se sitúa la histórica Torre del Conde, a la que enmarca de alguna manera. Este edificio monocromático, con su recubrimiento de piedra toba roja de la isla, ofrece un telón sumamente adecuado para el realce de aquella pieza defensiva que define los inicios de la colonización del archipiélago. El Cabildo de La Gomera responde al carácter monumental y representativo que debe tener la institución principal de gobierno en aquella isla, solucionando al mismo tiempo los requisitos funcionales y administrativos necesarios.En ese mismo año de 1997, Correa y Estévez inicia un ciclo de trabajos relacionados con la reinterpretación de la arquitectura heredada; un trayecto en el que estos arquitectos han ofrecido muestras de una maestría indudable. Probablemente, les ha servido para ello el gran bagaje de conocimiento constructivo y el amor a las formas y procedimientos de la arquitectura popular que les otorgó su paso por la Escuela de Aparejadores de La Laguna, previo al inicio de la carrera de arquitectura.