La barbacoa del psicópata

Publicado el 30 agosto 2012 por Joaquim

Recapitulemos:
1. Un psicópata se alista en el Ejército español, donde como en todos los ejércitos del mundo le enseñan dos cosas: quien tiene poder y un arma siempre tiene razón, y matar es la cosa más sencilla del mundo.
2. El psicópata finaliza su contrato de trabajo como matahombres, se hace camionero, y como diría uno del Opus (el actual ministro del Interior español, por ejemplo) "funda una familia".
3. Al cabo de unos años de difícil convivencia, la mujer del psicópata pone fin al matrimonio y a toda relación entre ellos, probablemente porque le ha ido viendo venir.
4. El psicópata  se cabrea y piensa en cómo hacer el mayor daño posible a esa zorra que no se somete a su voluntad. Ya se sabe, hay mujeres que no respetan al macho, la jerarquía, y todos esos valores que hoy están tan en boga otra vez, por cierto.
5. Cavilando, el psicópata encuentra la solución: matar a los dos hijos del matrimonio. No se le puede hacer mayor putada a una madre.
6. El psicópata traza un plan que demuestra lo bien que aprovechó su entrenamiento como matahombres, al menos en asuntos de organización y logística: compra dos cajas de pastillas tranquilizantes para dormir a sus víctimas, "cinta americana" (esos rollos de cinta adhesiva ancha que se usa entre otros menesteres, para amarrar manos y pies de prisioneros capturados y taparles la boca), y 150 litros de gasoil con los que alimentar una barbacoa cuyas llamas muestren al mundo todo el odio que se trajo de Bosnia, donde al parecer se le fue la cabeza definitivamente (como a unos cuantos más que como él pasaron por esas "misiones de paz").
7. El psicópata ejecuta su plan con total precisión y minuciosidad.  Asesina a sus hijos, dos críos inermes, y quema sus cuerpos en la hoguera que prende en un rincón de una finca propiedad de sus padres. Para mayor eficacia usa una especie de mesa metálica con la que construye un rudimentario horno crematorio, lo que le permite alcanzar una temperatura de alrededor de 800º, de modo que no quede rastro del ADN ni de los huesos mayores de los niños.
8. A los pocos días comienza un penoso tira y afloja entre el psicópata, la madre y la policía, que dura ya un año. En un principio cuando se descubre la hoguera, la forense que la examina dictamina que allí no hay restos humanos y sí de "roedores". En una de las múltiples versiones de lo sucedido que da tras ser detenido, el psicópata alega haber hecho una barbacoa y haberse comido allí unos conejos con sus padres, a quienes al parecer tiene tan aterrorizados que no osan abrir la boca ni ante la policía para explicar todo lo que saben o intuyen.
9. Al cabo de un año de ridículo policial extremo -el psicópata no suelta prenda y sus sucesivos interrogadores no saben sacársela ni reunir pruebas incriminatorias, en lo que en realidad es un caso de manual-, la ex mujer y madre de los niños oficialmente desaparecidos encarga a un reputado forense vasco, que participa desde hace años en la identificación de restos humanos arrojados a fosas comunes franquistas, la identificación de los restos de la hoguera. El forense dictamina rápidamente que los restos óseos hallados en la hoguera corresponden a dos niños de dos y seis años de edad, edades exactas a las de los desaparecidos, y que "a simple vista" un especialista debe percibir que se trata de huesos humanos.
10. Al saber que el forense colaborador de los rojos  investiga los restos y antes de que haga públicos los resultados de su trabajo, el inútil que dirige el ministerio del Interior corre a pedir al director de las excavaciones de Atapuerca que los examine y emita un informe. Este acepta y lo hace público dos o tres días después del encargado por la familia materna de los niños, ratificando sus conclusiones: los restos son humanos, y al menos uno de ellos corresponde a un niño de seis años. El tonto malévolo del ministro hace públicos los resultados del forense traído de Atapuerca pero ni siquiera menciona al rojo vasco, que es quien verdaderamente ha identificado primero sin ningún género de dudas los restos en cuanto a la edad de los cuerpos quemados. La identidad personal de los quemados no puede establecerse, al haber desaparecido el ADN debido a las altas temperaturas de combustión provocadas a tal efecto por el psicópata.
11. ¿Y ahora qué? Pues que tenemos un enredo monumental, y a lo que se ve mientras el psicópata no confiese no habrá solución del caso. ¿Dimitirá alguien, habrá ceses? ¡Quiá! El jefe policial responsable del inicio de las investigaciones apareció hace dos días en un programa de televisión de esos que llaman de "crónica rosa" (en realidad, especializados en morbo y asuntos del bajo vientre) "para explicar su versión", algo de lo que no hay precedentes en la historia de la televisión ni de la policía en España.
12. El psicópata está detenido, y de vez en cuando la policía le lleva a dar un paseíto por la finca donde según todos los indicios, abrasó a sus hijos. El tipo no dice nada, los policías hacen que recogen pruebas que de momento a nada conducen, y luego lo devuelven a la celda. En las fotos que le saca la prensa desde lejos al psicópata se le ve tranquilo y relajado, casi feliz.
Naturalmente todo en esta historia es presunto, ya saben: presunto el psicópata, presuntos los asesinatos,  presunta la incompetencia policial, presunto el imbécil al frente del ministerio que en teoría vela por nuestra seguridad, presunta la mierda televisiva que expenden presuntos periodistas, etc
Todo presunto, desde luego. Todo menos esa hoguera en la que según las conclusiones de dos profesionales cualificados ardieron hace un año los cuerpos de dos criaturas.
En la fotografía que ilustra el post, el héroe de la "misión de paz" en Bosnia y gran hacedor de barbacoas rodeado de policías en la finca de sus padres, donde según todos los indicios incineró a sus hijos.