La Batalla de Adrianópolis

Por Enrique @asurza

La batalla de Adrianópolis es descrita por Amiano Marcelino como el peor desastre militar romano desde Cannas, la batalla de Adrianópolis contempló la destrucción del ejército del Imperio romano de Oriente y la muerte del emperador. Pero las fortificaciones de Constantinopla frenaron el éxito de los godos.

Datos de la Batalla de Adrianópolis

Quiénes: El emperador romano de Oriente, Valente (m. 378 d.C.), con un ejército de 20.000 hombres se enfrentó a un ejército de godos algo más pequeño bajo el mando de Fritigemo.

Cómo: Los godos aprovecharon el impetuoso avance de los romanos y la feliz llegada de la caballería goda (que había salido en busca de provisiones) para atrapar a los romanos entre el círculo godo de carros fortificados y su caballería que llegaba.

Dónde: Cerca de Adrianópolis, en Tracia.

Cuándo: 9 de agosto del 378 d.C.

Por qué: Los godos, empujados al oeste por los hunos, invadieron Tracia para tomar por la fuerza los suministros que los romanos les habían prometido, pero no entregado.

Resultado: La batalla fue una devastadora derrota táctica para los romanos, que perdieron dos tercios del ejército de campaña oriental.

En el 376 d.C. dos caudillos visigodos, Fritigemo y Alavivo, presentaron una petición al emperador romano de Oriente, Valente, para cruzar el Danubio y establecerse en el lado romano del río. Los godos eran presionados por una emigración de nómadas de la estepa, los hunos, que se desplazaban hacia el oeste, empujando a los godos y a otros pueblos germánicos ante ellos. Valente concedió la petición con la estipulación de que entregaran las armas y se convirtieran al cristianismo, lo cual era aceptable para los dirigentes godos. Las razones de Valente para permitir la entrada de los visigodos en el Imperio eran que ofrecerían a su ejército una valiosa fuente de reclutas, y que después él podría trasmutar las levas provinciales locales de hombres en aportaciones económicas. Al final del año, los godos, unos 75.000 hombres, mujeres y niños, habían cruzado el Danubio y habían penetrado en territorio romano.

AUXILIAR ROMANO

En la época de la batalla del puente Milvio, en 350 d.C. el aspecto del soldado romano había cambiado mucho desde el cénit del imperio. Esta figura va armada con una larga lanza y lleva una espada larga más adecuada que el gladius para los golpes cortantes, preferidos por los auxiliares germanos al servicio de Roma. El escudo es ovalado, de madera con un revestimiento de cuero o de lino, y borde y ombligo de metal. Lleva un casco de hierro sencillo construido en dos mitades unidas por una cresta central con carrilleras flexibles. No lleva armadura y se vale de su escudo para protegerse. En lugar de la sandalia romana lleva una bota con clavos.

Denario Valentiniano

Los godos traicionados

Valente ordenó que se les diera a los godos tierra para cultivar y que los funcionarios locales les facilitaran suministros hasta que se pudieran establecerse. Por desgracia, los administradores romanos locales, excesivamente avariciosos, no entregaron los suministros prometidos y arrebataban casi todo lo que poseían los godos, incluso a sus hijos, a cambio de provisiones de mala calidad, como carne de perro. Esto provocó gran resentimiento entre las tribus. Los godos continuaron su emigración más al interior de la Tracia romana. Por el camino, tomaron contacto con algunos guerreros ostrogodos que habían cruzado el Danubio sin permiso de los romanos mientras estos se ocupaban de los visigodos. En Marcianópolis, un comandante
romano local invitó a Fritigemo y Alavivo a un banquete, con la intención de capturarlos o asesinarlos. Parece que Fritigemo consiguió regresar sano y salvo, tal vez a cambio de promesas de buen comportamiento de sus hombres, pero de Alavivo no se volvió a saber, y posiblemente fue asesinado.
Tras el feliz regreso de Fritigemo, los godos decidieron tomar lo que necesitaban de los romanos por la fuerza y se desató una guerra abierta; los godos derrotaron a las tropas locales en torno a Marcianópolis. Las fuerzas «le Fritigemo recibieron refuerzos de otras tribus godas a las que se había permitido cruzar la frontera, y el ejército godo se trasladó a Adrianópolis y atacó la ciudad. Su asalto fue rechazado de forma sangrienta, y Fritigemo hizo después el famoso comentario de que «se mantenía en paz con las murallas». Pero para los romanos estaba claro que la situación era grave y requería tropas adicionales. En consecuencia, Valente, que estaba con su ejército de campaña oriental de élite en Antioquía, ocupándose de los persas, envió refuerzos a Tracia.
Pronto se les reunieron los soldados procedentes del emperador occidental Graciano, sobrino de Valente. Durante buena parte del 378 d.C. hubo algunos combates poco decisivos, pero en general los romanos se contentaron con mantener a los godos confinados en alguna de las regiones más inhospitas del país y con seguir una estrategia fabiana, evitando los encuentros importantes y atacando a las partidas de aprovisionamiento godas, mientras esperaban la llegada de refuerzos de los ejércitos de campaña occidental y oriental.
Al final del año, los godos, auxiliados por sus recientes aliados alanos y hunos, rompieron el confinamiento y se prepararon para devastar las regiones más pobladas y fértiles de Tracia. Para complicar las cosas, Graciano se enfrentó a una incursión de algunos de los alamanes y se retrasó mientras su ejército se enfrentaba a los asaltantes. El asalto se convirtió en una invasión en toda regla, que retrasó aún más su avance en auxilio de Valente, aunque la invasión fue aplastada.

La campaña y los ejércitos

Entre tanto, Valente había salido de Antioquía, y en mayo de 378 d.C. llegó a la capital imperial: Constantinopla. Valente acampó su ejército en el lado europeo del Helesponto y envió a la caballería para determinar la posición del enemigo y reconocer el terreno. Inició un lento avance hacia la población de Nike, a poca distancia de Adrianópolis. Con el emperador de Oriente y su ejército avanzando contra ellas, las fuerzas godas se retiraron, seguidas por un gran contingente de jinetes romanos. Durante su avance, los romanos consiguieron derrotar a algunas partidas de aprovisionamiento godas. Mientras tanto, Graciano había avanzado con rapidez hacia Tracia, trasladando a parte de su ejército en barco por el Danubio. Valente decidió avanzar sobre Adrianópolis y levantar un nuevo campamento donde esperaría la llegada de su sobrino y del ejército de la campaña occidental. En este momento, los godos consiguieron pasar inadvertidamente junto a las tropas de Valente y tomaron posiciones al sudeste de él, en Nike.
Mientras estaba acampado en Adrianópolis,
Valente recibió noticias de que Graciano y su ejército estaban a punto de penetrar en Tracia y pronto podrían reunirse con él. Sus exploradores le informaron también de que habían visto al ejército godo, que estimaron en unos 10.000 hombres. En este momento, Valente se planteó la disyuntiva de quedarse donde estaba hasta la llegada de Graciano y sus tropas o avanzar y atacar a los godos, ya que ahora conocía su posición exacta. Reunió un consejo de guerra con sus oficiales de alta graduación y se debatió la cuestión. Algunos de los más cautelosos defendían la espera: la llegada de las tropas de Graciano les daría una ventaja numérica aplastante. No obstante, la mayoría argumentó que deberían atacar inmediatamente, y halagaron al emperador con la idea de que si derrotaba a los godos por sí mismo, la gloria de la victoria sería solo suya. Sin duda consideraron también que los godos les habían eludido una vez y sería prudente atacar antes de que volvieran a escabullirse. Valente decidió atacar inmediatamente y dio órdenes para que su ejército se preparase para marchar contra el enemigo. Fritigerno, al parecer, se enteró de estos preparativos y envió a un mensajero, que era también un clérigo cristiano, para
negociar un acuerdo, pero Valente lo despidió y continuó preparándose para la batalla.
El ejército oriental que Valente estaba preparando para marchar con él constaba probablemente de unos 20.000 hombres. Había más soldados en el teatro de operaciones, pero Valente tuvo que dejar una guarnición de unas pocas legiones en Adrianópolis para guardar la importante base y su tren de bagajes, que había de permanecer allí. Además, dado que el ejército godo estaba bastante cerca de la capital imperial de Constantinopla, se habían destacado allí otras tropas para defender la ciudad. La fuerza de Valente estaba compuesta por muchos soldados veteranos, algunos de los cuales habían sido convocados para la campaña actual y, como ejército imperial de campaña, contaba con tropas de buena calidad. El ejército era también una fuerza bien equilibrada, que contenía legiones y auxiliares, entre ellos arqueros, y aparentemente bien provista de caballería.
El ejército godo había sido estimado en 10.000 hombres, aunque este parece haber sido un cálculo demasiado bajo. Los godos contaban más bien con unos 15.000 guerreros, todos de infantería, acampados dentro de un círculo de carros (laager). La infantería goda era una mezcla de guerreros armados con lanza y escudo y arqueros. No obstante, los exploradores romanos no eran conscientes de que la fuerza entera de quizá 4.000 jinetes genios, en su mayoría ostrogodas con algunos aliados alanos bajo el mando de los caudillos Alatco y Safrax, había salido en busca de provisiones sin que hubiese sido descubierta por los romanos.

Mapa de la Batalla de Adrianópolis

Disposiciones

Al alba del 9 de agosto, Valente dirigió la salida de su ejército. Parece que tanto la vanguardia como la retaguardia del ejército romano estaban compuestas de caballería, mientras que el cuerpo principal estaba formado por infantería; y jinetes de escolta a lo largo de los flancos. Valente y sus comandantes todavía estaban preocupados por la información acerca de la ubicación del ejército godo y utilizaban la caballería para proteger al ejército de sorpresas durante la marcha. Tras varias horas de marcha en condiciones de mucho calor, los romanos avistaron el campamento godo, un gran círculo formado por carros, y empezaron a desplegarse para la batalla. Los romanos desplazaron hacia delante la caballería de vanguardia para formar el flanco derecho de su formación de combate, mientras que la infantería formó para respaldarla. La caballería de la retaguardia se adelantó para ocupar su posición como flanco izquierdo del ejército, aunque, como tuvo que esperar a que se desplegaran las tropas que había delante y tenía que recorrer una distancia considerable para ocupar sus posiciones, no pudo formar debidamente antes del comienzo de la batalla.
Por su parte, los godos, superados en número por los romanos y carentes temporalmente de caballería de apoyo propia, decidieron defender su círculo de carros. Fritigemo, sin embargo, no dejó de enviar un mensaje a Alaico y Safrax para que se unieran a la batalla. En un intento de ganar tiempo.
Fritigemo envió una embajada a Valente para parlamentar, pero el emperador se negó a reunirse con ella por causa de su baja cuna, solicitando que fueran enviados caudillos apropiados. Fritigemo respondió enviando a uno de sus guerreros como heraldo, para solicitar a Valente que enviara a un hombre de rango adecuado como rehén, aparentemente como parte de un intercambio. Valente aceptó, esperando sin duda que el retraso le diera el tiempo necesario para desplegar su ejército, especialmente su ala izquierda. Finalmente, uno de los comandantes romanos, Ricomero, aceptó acudir al campamento de Fritigemo. Entre tanto, la caballería romana del ala derecha y la infantería del centro esperaban en formación bajo el calor abrasador. Su incomodidad se vio exacerbada por unos incendios de maleza prendidos por los godos. Además, los romanos habían marchado y estaban ahora desplegados sin tener ocasión de comer, con lo que el hambre, la sed y el calor estaban haciendo mella en el ejército.

La Batalla de Adrianópolis

La Batalla de Adrianópolis

Antes de que Ricomero llegara al campamento godo para reunirse con Fritigemo, el combate se entabló inesperadamente. Dos unidades de la caballería romana, entre ellas una de arqueros que habían estado disputando escaramuzas con los godos, se entusiasmaron y lanzaron un inesperado e irreflexivo ataque contra el círculo de carros. Estos escaramuzadores, que podían haber estado formados a la derecha del ejército, probablemente no se hallaban en la formación adecuada para este ataque y tampoco habrían contado con las tropas de apoyo necesarias. Como consecuencia, se vieron obligados a retroceder. En ese mismo momento, la caballería goda hizo su aparición en el campo de batalla y cargó contra el ejército romano.
Parece que los jinetes godos atacaron las unidades de caballería del flanco izquierdo que estaban todavía en fila mientras se desplazaban a sus posiciones. La caballería romana se vio muy presionada por los godos, y los que habían avanzado hasta el círculo de carros godos se encontraron sin el respaldo de los demás jinetes romanos, que todavía no habían alcanzado sus posiciones asignadas. Como consecuencia, la caballería romana fue derrotada rápida y decisivamente. Sin duda esto hizo estragos entre la infantería romana, que todavía estaba intentando formar en línea de batalla.
La derrota de la caballería a su izquierda creó una gran brecha en la línea romana, una brecha que la caballería goda explotó con rapidez. En este momento de la batalla, las líneas frontales de la infantería romana se vieron atacadas por la infantería goda. Los godos habían empezado a salir del círculo de carros y estaban ahora presionando a la infantería romana. Con la derrota de los escaramuzadores y de la caballería del ala izquierda, la infantería romana se vio atacada no solo por delante, sino también por el flanco por los jinetes godos. El combate fue increíblemente feroz, pero la excelente infantería romana siguió luchando, aun cuando los que estaban delante se encontraron tan apiñados que se hacía difícil hacer un uso adecuado de las armas.
La batalla osciló de un lado a otro durante un tiempo considerable y el combate fue muy igualado.
Sin embargo, tras repetidos ataques, agotadas no solo por la pelea sino también por el calor, el hambre y el peso de la armadura, las líneas romanas empezaron a ceder. Algunas unidades, no obstante, aguantaron. Valente se unió a dos legiones, los Lanciarii y los Mattiarii, que todavía resistían, pero entonces incluso las reservas romanas empezaron a huir, entre ellos los auxiliares batavios. Se quebró toda resistencia y se inició una desbandada general. Los godos iniciaron la persecución, logrando la destrucción de dos tercios del ejército romano.
Cuando el ejército empezó a desintegrarse, Valente fue herido de flecha. Su cuerpo nunca fue encontrado, y se supone que murió en el campo de batalla. Una tradición afirma que se retiró con un pequeño grupo de guardias personales a una granja que tenía una segunda planta bien fortificada. La guardia romana de Valente defendió ferozmente a su emperador herido y los godos finalmente incendiaron el edificio con los romanos dentro. Además del emperador, fueron abatidos varios oficiales de alta graduación y 35 comandantes de unidad.

Secuelas

La destrucción del ejército de campaña oriental permitió que los godos avanzaran sobre Adrianópolis, donde Valente había dejado su tren de bagajes, con el tesoro y las insignias imperiales. Los godos intentaron tomar la ciudad, pero las murallas defendidas por las legiones eran demasiado fuertes para ser asaltadas. Se dirigieron después a Constantinopla, donde las defensas de la ciudad y las tropas dejadas para defenderla frustraron a los godos. Graciano regresó a la Galia junto a su ejército occidental para oponerse a una invasión de los vándalos, y entregó el mando de los ejércitos orientales a su general Teodosio, a quien nombró emperador de Oriente el 19 de enero del 379 d.C. Teodosio desplegó varias campañas poco concluyentes contra los godos y finalmente firmó la paz con ellos en el 382 d.C. Bajo los términos del tratado, se concedieron a los godos tierras en Tracia a cambio de que sirvieran como aliados.

Escrito por Historia Universal