'La belleza está en el interior'

Por Luza Rios

La piel cuenta con medios para protegerse de los efectos dañinos del sol. Aún así, cuando está expuesta a los rayos ultravioleta durante períodos de tiempo prolongados, las membranas celulares resultan afectadas por la formación de unas moléculas reactivas de oxígeno, más conocidas como radicales libres. Los rayos ultravioleta también dañan el tejido conectivo de la piel, lo que se traduce en descolgamientos y flacidez. Según los expertos, este proceso se puede retardar incrementando la ingesta de antioxidantes, tales como las vitaminas C, E y beta carotenos. Estos pueden desactivar los radicales libres, protegiendo la piel contra cualquier extraño.

La vitamina C, además de ser antioxidante, ayuda a combatir las arrugas, al estimular la producción de colágeno, que es el encargado de formar el tejido conectivo. Los médicos recomiendan una dosis diaria de 250 MG. Para los fumadores y la gente mayor de 60 años, se recomienda el doble: 500 MG al día.

El zinc y el selenio también pueden combatir el daño producido por el sol. El zinc puede ser útil porque trabaja con la vitamina C para fabricar colágeno. Otra posible explicación de los beneficios de este mineral, según algunos doctores, es su poder regenerador, ya que colabora con la vitamina A para reconstruir los tejidos. Según estudios realizados en EEUU, al igual que el selenio, el zinc reduce enormemente la incidencia de cáncer de piel debido a la radiación ultravioleta. Esto puede deberse a que el selenio es un excelente antirradical. Y además, favorece la absorción de la vitamina E.

El acné, un problema que afecta a la mayoría de los adolescentes y a algunos adultos, responde ante una gran variedad de nutrientes.

La vitamina A ha demostrado su capacidad para eliminar el acné en casos leves, en parte porque ayuda a reducir la producción de sebo, la grasa que obstruye los poros. La vitamina E es también útil, ya que favorece la absorción de la vitamina A. Lo ideal es ingerir buenas cantidades de estos nutrientes en la comida, aunque los suplementos suelen venir siempre bien. Se puede comenzar con 10000 unidades internacionales (U.I.) de vitamina A al día, pero hay que consultar con el médico en cualquier caso. Las mujeres que están embarazadas o intentando concebir no deberían tomar dosis altas de vitamina A, ya que incrementa el riesgo de que surjan defectos en el feto. Además, es recomendable tomar 400 UI de vitamina E al día.

El zinc es otro nutriente que puede mejorar el estado de la piel acneíca. Aunque se desconoce cómo actúa para combatir el acné, conviene que los pacientes que sufren el problema lo tomen en dosis bajas.

La vitamina B ayuda a las mujeres que padecen brotes de acné antes o durante la menstruación, porque regula los niveles hormonales, incrementa el flujo de oxígeno al aparato reproductor y reduce la retención de líquidos.

Los ácidos grasos esenciales (omegas) también son una firme promesa en la lucha contra las inflamaciones cutáneas, ya que incrementan la flexibilidad y la lubricación de la piel.


 

*Alimentos peligrosos:

Si se es propenso a sufrir afecciones de piel, lo que no se come puede ser tan importante como lo que si se come. Alimentos a evitar en cada caso:

Acné: chocolate, comidas grasas, fritos y mariscos ricos en yodo, como camarones y ostras.

Dermatitis: lácteos, huevos, trigo, marisco, soja y cacahuetes.

Eczema: lácteos, huevos, trigo, soja, frutos secos y chocolate.

Urticarias: lácteos, huevos, trigo, marisco, cerdo, cebollas y algunas frutas, especialmente cítricos, fresas y mangos.

Rosácea: alcohol, café, bebidas fuertes, comidas especiadas y picantes.

*Nutrientes que la piel necesita:

Proteínas: carne, huevos, cereales y soja.

Calcio: leche, brécol, coliflor, almendras, judías pintas y habas de soja.

Hierro: carnes rojas, trigo, copos de avena y arroz integral.

Magnesio: verduras de color verde oscuro, cereales integrales, soja, orejones y aguacates.

Selenio: ajos, cebollas, levadura de cerveza, germen de trigo y nueces de Brasil.

Zinc: ostras, carnes rojas, pipas de calabaza, harina integral de trigo, harina de centeno y harina de avena.

Vitamina A: hígado y aceite de hígado de pescado, frutas y verduras amarillas y anaranjadas y verduras de hoja verde oscura.

Vitaminas del grupo B: salvado y germen de trigo, arroz integral, levadura de cerveza e hígado.

Ácido fólico: verduras de hoja verde (espinacas, acelgas, repollo, grelos, etc.) y brotes de legumbres.

Vitamina C: cítricos, pimientos rojos y verdes, brócoli y brotes de legumbres.

Vitamina E: aceite prensado en frío de germen de trigo y girasol.

Ácidos grasos esenciales: semillas de lino y aceite de semillas de lino, pescado y aceite de oliva.