Un día salí a pasear como de costumbre y sentí como alguien me observaba...
De repente, me di cuenta, que se habían cambiado los papeles...El lobo, estaba observándome con temor a, entonces comprendí que no me haría daño si yo no le hacía daño a él, sentimos un inmenso respeto....
Nos miramos lentamente, nos observamos con detenimiento, sus orejas eran radares que vigilaban todos los movimientos del bosque, todos!
Pero principalmente, su temor era hacía el ser humano que tenía enfrente,yo, un ser supuestamente terrible, cuyo ADN quedó gravado en su instinto, un profundo olor a terror humano, que generación tras generación fue alertando a su raza, una amenaza,un ser malvado, el ser humano, que perseguía a sus crías y a su familia, destruyendo su hábitat y su alimento, llenando todo de sangre y desolación...tristeza, hambre, soledad y muerte...
Fue entonces, cuando por arte de magia, aparecieron en el camino, sus pequeños cachorros de lobo, que alegría!!!, que preciosidad viva!!! sus pequeños eran guapísimos, rebeldes y juguetones, pillos y espabilados.
En ese momento pensé que su madre había dado permiso a sus crías, para salir de su guarida. Allí estaban, observándome con inquietud y a la vez tranquilos sin detectar peligro, sin que mi presencia les importase para seguir haciendo trastadas y descubrir ese juego magnífico llamado naturaleza, su madre les había dado el permiso para poder jugar sin miedo.
Decidí ofrecerles un regalo, un buen trozo de carne que guarda.Bajamos mi cabaña,ya no había desafío, no éramos enemigos, si no pacíficos vecinos, me dirigí velozmente al lugar donde tenía provisiones para coger algo de alimento suculento y ofrecérselo a esa madre que parecía tan inteligente y a la vez tan pacífica , una excelente vecina, ellos vinieron detrás como si fuesen mi perros, con curiosidad para averiguar que es lo que les iba a regalar.
Comió un buen trozo de carne vorazmente , en poco tiempo se lo comió entero, se notaba que estaba hambrienta y que alimentaba a esas maravillosas criaturas que le seguían con cierto miedo dentro del lugar donde se encontraban, el hogar de un humano. Para ellos, un lugar desconocido y una contradicción, lleno de olor a ser humano, un ser que su instinto les hacía desconfiar de esa supuesta tranquilidad que les ofrecía mi hogar.