Esto se debe en parte a que los astronautas no se levantan temprano para ver el amanecer; por el contrario, tienen un amanecer y atardecer cada 90 minutos. “Es demasiado rápido para que el reloj del cuerpo se adapte, por lo que esencialmente experimenta un jet lag perpetuo”, dice Erin Flynn-Evans, directora del Laboratorio de Contramedidas de Fatiga de la NASA.
Sin pistas externas como el amanecer, los humanos tienden a asentarse en un ciclo de sueño que es un poco más largo que las 24 horas del día: 24,2 horas en promedio. “Los minutos extra no parecen mucho, pero… luego de un par de semanas te empiezas a ir a dormir varias horas después de lo que hiciste el primer día”, dice Flynn-Evans.
No solo son los astronautas cuyo reloj biológico cae fuera de sincronía; los trabajadores por turnos como doctores, pilotos y policías pueden enfrentar la fatiga resultante y el deterioro que viene con él.
Una diferencia importante, dice Flynn-Evans, es que hay más salvaguardas para detectar los errores por falta de sueño en la Tierra, como los computadores en los hospitales o el personal de enfermería que podría recetar un medicamento equivocado.
“Cuando estás en el espacio, lo que está en juego es mucho más grande”, explica ella. “Pulsar una tecla equivocada puede ser la diferencia entre la vida y la muerte”.
Las investigaciones han mostrado que los astronautas tienden a dormir entre seis y seis horas y media en promedio, cada noche. Esto es considerablemente menos tiempo que el mínimo de siete horas recomendado por la Academia Estadounidense de la Medicina del Sueño. Pero es difícil predecir cómo alguien puede verse afectado por la privación del sueño, dicen los expertos.
“No todo el mundo se afecta de la misma manera”, dice David Dinges, un investigador del sueño de la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania. “Es uno de los grandes misterios que estamos confrontando ahora”.
Dinges es el coautor de una investigación sobre un experimento de simulación de vuelo espacial conocido como Mars500, desarrollado por la Academia Rusa de las Ciencias. Entre 2010 y 2011, seis hombres fueron alejados por 520 días, hacían tareas diarias, simulando retrasos de comunicación de 20 minutos con la Tierra e incluso caminando sobre un falso Marte. Mientras tanto, su calidad de sueño, ingesta de comida y actividad eran monitoreados constantemente.
Los hombres tuvieron respuestas muy diferentes en los 17 meses del experimento. Solo dos de los miembros de la tripulación parecieron llevarlo bien y dormir regularmente, dijo Dinges. Entre otros, uno sufrió de insomnio creciente, y otro se volvió más letárgico y durmió más que los demás. Otro se volvió depresivo y el último tuvo un ciclo de sueño de 25 horas, por lo que estaba despierto mientras sus compañeros dormían.
Dinges dice que los dos miembros de la tripulación cuyo ciclo de sueño se mantuvo intacto —incluso en la ausencia de luz del día convencional— fueron aquellos que mantuvieron un estricto horario y hallaron otras formas de controlar sus reloj biológicos.
“La única manera de mantener tu reloj biológico entretenido hasta cierto punto es una rutina de comportamiento regular con ejercicio diario y comiendo bien al mismo tiempo”, explica. “Por qué los otros no lo harían o no lo hicieron, no estamos muy seguros”.
El laboratorio del sueño de Flynn-Evans en el Centro de Investigación Ames de la NASA, ubicado entre los gigantes tecnológicos de Silicon Valley, está tratando de usar la tecnología para asegurarse de que los astronautas —y las personas en la Tierra— puedan seguir una rutina de sueño saludable.
Entre los gadgets de la NASA hay relojes de pulsera que monitorean el sueño y los niveles de luz, gorras que graban las señales eléctricas del cerebro y un brazo robótico. El laboratorio también tiene una simulación de conducción, que Flynn-Evans espera revele cómo los conductores y pilotos se involucran con autos semiautónomos que puedan llevar a la gente a “parar un momento” cuando están cansados.
“La gente ni siquiera es buena determinando cuándo están somnolientos”, añade.
La agencia también tiene instaladas luces LED enriquecidas con azul a bordo de la Estación Espacial Internacional con el fin de sincronizar los ritmos circadianos de la tripulación. Aunque se ha demostrado que la luz azul activa la alerta en pilotos de aviones y enfermeras de hospitales que trabajan en horas inusuales, Flynn-Evans dice que esta también puede ser un obstáculo para tener un buen sueño en la noche, especialmente para las personas que duermen durante el día o aquellos que disfrutan de la pantalla a altas horas de la noche.
“Aunque pueda parecer algo sin importancia tener tu teléfono conectado cerca a tu cama… esto puede tener un impacto tremendamente negativo en tu sueño y tu ritmo circadiano”, dice ella.
Incluso con una gran higiene del sueño, dice Flynn-Evans, queda un desafío inminente: ¿Qué pasará cuando finalmente llegues a Marte? Un día en Marte tiene un poco más de 24,6 horas; es incluso más largo que el ciclo de 24,2 horas al que nuestro reloj biológico cae sin pistas externas.
“Tenemos que estar despiertos un poco más tarde cada día”, dice Flynn-Evans. Existen otros obstáculos para dormir en el espacio, según la experta, como la emoción pura de estar en una misión espacial y el impulso de mirar a la Tierra —una brillante luz azul— antes de ir a la cama.
“Es posible que quieran mirar la Tierra en toda su gloria”, dice ella. “Pueden estar volando sobre su ciudad natal”. Pero no todo se trata de lanzarse y subir a bordo de la Estación Espacial Internacional; algunos astronautas han encontrado cosas placenteras en dormir en el espacio.
“Flotar aquí es de hecho muy placentero luego de un rato”, le dijo anteriormente la astronauta de la NASA Sunita Williams al jefe de corresponsales médicos de CNN, el doctor Sanjay Gupta.
Aún así, dijo la astronauta, ella no estaba del todo triste de dejar su bolsa de dormir espacial. “Fue maravilloso volver” a la Tierra, dijo. “Aún amo dormir en mi cama”.
Fuente: cnnespanol.cnn.com