Cuando terminé de leer el libro tuve la certera sensación de que sería una gran película. Y no me equivoqué. Hay historias, como “La chica del tren”, en las que la construcción del relato, el potencial del juego con los tiempos y con lo que pasa realmente sumado a la percepción subjetiva de los personajes, te envuelven en una atmósfera tan cinematográfica que mientras pasas páginas tienes la sensación de estar comiendo palomitas frente a una gran pantalla. Curiosa emoción que solo despiertan algunos libros.
Os recomiendo que experimentéis este interesante proceso. No lo hagáis fácil, no vayáis al cine porque s lo digan las marquesinas de los autobuses o los anuncios de la tele. No. Primero buscar un asiento cómodo y comenzar a leer. Ponerle imágenes mentales a Raquel y sus terribles borracheras que la hacen dudar de sus propios recuerdos. Imaginaos a Anna, Megan y sus parejas, poneos en la piel de cada una de ellas. Y cuando lleguéis a la última página, entonces si, entonces dejad que vuestra curiosidad os lleve a la gran pantalla.