A propósito de un texto de Massimo Cacciari
En nuestro mundo contemporáneo ¿Vivimos todavía en ciudades? ¿Podemos llamar metrópolis a esos lugares en los que discurre nuestra vida?A contestar a estas preguntas, ha intentado responder el filósofo y político italiano Massimo Cacciari, a través del conjunto de textos profundamente reflexivos que se han recogido La cittá y que fuera publicado en 2004.
En la etapa contemporánea, la metrópolis derivaría hacia la idea de la gran ciudad (grosstadt) entendida como ocupación expansiva de los lugares que componen la geografía natural; y donde acabará disolviéndose la forma urbana tradicional. Mientras la metrópolis conserva los límites y el carácter compacto, el espacio urbano contemporáneo ha abandonado definitivamente la polarización centrífuga para adoptar un carácter homogéneo en el que cualquier lugar puede devenir en centro coyunturalmente.Por ello, finalmente, nos encontraríamos en el espacio postmetropolitano, esos lugares extensos, sobre los que ha teorizado gente como Edward Soja, que presenta su hipótesis en relación a Los Ángeles. En la etapa contemporánea, la ciudad habría desaparecido como tal para sustituirse por un espacio indefinido, homogéneo e indiferente respecto a los lugares concretos. Una geografía de la oportunidad en la que es imposible un concepto unitario y un proyecto integrado. En el transcurso de los milenios -y desde Catal Huyuk- habríamos arribado finalmente a una geografía de la indefinición, compuesta de innumerables piezas territoriales y macladas de una manera aleatoria. Ahí aparecerían los llamados no-lugares a los que señala Marc Augé, esos recintos donde predomina el anonimato, la transitoriedad y la desmaterialización total de las relaciones humanas.
En la postmetropolis de Soja ya no es posible una acción unitaria y un comando político común. Allí, la acción y el interés de innumerables agentes sociales, económicos, etc. configuran un espacio caótico y aleatorio en el que la forma se desmaterializa y muta azarosa y constantemente sometida a las energías y fuerzas dispersas de los actores presentes. Tal y como la describe Cacciari, la situación actual postmetropolitana tiende a la conformación de vastísimas áreas arquitectónicamente indeferenciadas rebosantes de funciones de representación, financieras y directivas con apilamientos alrededor de áreas periféricas residenciales “guetizadas” unas respecto de las otras, zonas comerciales de masas, “restos” de producción manufacturera. El conjunto conectado por “acontecimientos” ocasionales, es independiente de toda lógica urbanística y administrativa.
Como señala finalmente con gran intuición: Nuestra ciudadanía, nuestra politeia, está en los cielos.