La cocina integrada en el salón

Por Sanchezdi

Cada vez es más común encontrar viviendas que presentan su cocina abierta al salón. Sin duda alguna, se trata de una tendencia que poco a poco ha ido adquiriendo fuerza. Una fuerza que va en aumento. Y lo cierto es que este método de distribución del hogar y concretamente de la cocina y el living, presenta dos grandes ventajas:
1- Se trata de una opción perfecta para economizar el espacio y aprovecharlo al máximo. Algo realmente importante en aquellos hogares que cuentan con pocos metros cuadrados.
2- Estar abierta al living otorga a la cocina un mayor protagonismo, la convierte en una i portante zona para la convivencia familiar y le devuelve su antiguo papel de centro de reuniones familiares y lugar en el que compartir actividades, tareas y charlas.

Lo cierto es que las posibilidades a la hora de plantear una cocina abierta, sin infinitas, tantas como puedas imaginar. Y cierto es también que la mejor opción se deberá escoger tras conocer y estudiar muy bien las necesidades, tanto del espacio como de los propios habitantes del hogar.

Los espacios totalmente abiertos sin elementos que delimiten las diferentes zonas o estancias, son cada vez más habituales. Se puede apostar por incluir una isla a modo de mesa que unifique ambos ambientes. Y a través de la decoración y colores elegidos se puede reforzar esa unificación o, por el contrario, marcar a través de ellos las diferentes estancias.

Las barras son también una alternativa a la que se recurre mucho. Quizá porque se trata de una solución muy cómoda y funcional que, al mismo tiempo, permite economizar aún más -si cabe- el espacio al tratarse de un elemento normalmente estrecho que ofrece una gran base a modo de mesa.
En el caso de las barras las diferentes estancias quedan más claramente delimitadas, pero también permiten mantener una conexión entre el salón y la cocina.

Independientemente de que se apueste por una barra o por una solución totalmente abierta, lo ideal es que cada espacio cuente con cierta autonomía visual. Es decir, que cada zona, aunque se encuentren dentro del mismo ambiente, quede separada visualmente de la otra. Eso es algo que se puede conseguir como decíamos antes a través de los colores, pero también de otras muchas soluciones o elementos decorativos: alfombras que delimiten cada espacio; algún mueble, cristal o biombo que actúe como ligero separador, etc.
Pero se debe tener también en cuenta que, aunque conviene que cada zona cuente con una autonomía visual, es igualmente importante que la decoración contribuya a armonizar todo el espacio, para que el conjunto resulte equilibrado y armónico.
Luego, siempre existe la posibilidad de dar a cualquiera de las zonas un ‘toque’ diferente u otorgarle cierto protagonismo; y para lograrlo, lo mejor es recurrir a los pequeños detalles.