Hace unos días leí un reportaje sobre qué es lo que comeremos en el futuro próximo. Nada que ver con las delicias que se presentan estos días en Madrid fusión. Hace poco la autoridad sanitaria de Estados Unidos (EE.UU.) aprobó el primer animal transgénico para consumo humano. Se trata de un salmón que ha sido modificado genéticamente para que crezca el doble que uno natural. La FDA, agencia de medicamentos alimentos ha decidido que no se avise de que el nuevo producto es transgénico porque lo considera seguro.
Para quien no sería seguro si se liberase es para el medio natural y por el salmón arificial se cría en instalaciones vigiladas por patrullas con perros y rodeadas de alambre de espino y en unos tanques preparados para que no se libere. Vaya, que una de las características que tendrá parte de la comida del futuro es que se fabricará en campos de concentración.
El salmón gordote pone sus huevas en una empresa de Canadá, se engorda en Panamá y se vende en USA, un salmón muy viajero aunque nunca saldrá de esos tanques. Todo un ejemplo de globalización alimenticia.
Con los productos hortícolas transgénicos se nos decía que eran muy útiles para acabar con el hambre en el mundo al producirse en mayor cantidad. La “operación salmón” es evidente que lo que hace es producir mucho más rápido y cuanto antes lo tengas listo para la venta mejor. No hay nada de filantrópico en ello, claro.
Lo de los animales de laboratorio tuvo su precedente en la oveja Dolly. Su “madre” hace campaña por la creación de más animales resistentes a patologías concretas. Todo por una buena causa como es que el calentamiento global está expandiendo algunas enfermedades. Por lo visto se está trabajando en pollos a los que no les afecte la gripe aviar.
Luego los chinos han inventado vacas lecheras transgénicas resistentes a enfermedades como la tuberculosis hechas con genes de ratón.
Como explica Gustavo Duch, analista experto en temas alimentarios:
en el futuro comeremos lo que ahora se come en los Estados Unidos (…) una dieta de hamburguesería a base de ingredientes de allá, con las condescendientes normativas sanitarias de allá y que, con el Tratado del Libre Comercio entre Europa y los EE.UU (el TTIP), inundarán los mercados de aquí, a precios reventados“.
Un escenario, explica, preocupante por cuestiones de salud pero sobre todo porque provocaría la desaparición de la pequeña agricultura que queda en nuestros territorios. Pero aunque este escenario es muy probable, seguramente el futuro de nuestra alimentación será “made in China”. Y en los EE.UU. también.
China desarrolla desde hace años una estrategia de control de tierras foráneas a la que se añade otra basada en la adquisición de grandes empresas agroalimentarias de cualquier lugar del mundo. Un ejemplo muy representativo es el de Shuanghui International, subsidiaria de WH Group, que el 2013 absorbió la empresa productora de cerdos más grande del mundo, Smithfield Foods, de los Estados Unidos y antigua propietaria de Campofrío.
Recientemente la corporación estatal Cofco (China National Cereales, Oils and Foodstuffs Corporation Group), la fabricante, procesadora y comercializadora de alimentos más grande de China, adquirió acciones que le dan el control de dos de las principales empresas de distribución de granos y oleaginosas del mundo: Nidera de Holanda y Noble de Singapur. Actualmente también varias compañías chinas están haciendo ofertas para adquirir la compañía australiana S. Kidman & Co., que posee 11 millones de hectáreas en granjas de ganado.
En tercer lugar, es muy significativo el apoyo del gobierno chino para reconvertir rápidamente su agricultura tradicional y de pequeña escala en una gran potencia agroganadera. Un paso previo para conseguirlo es que la tierra que ahora está en manos campesinas pase a manos de unas pocas corporaciones.
En concreto, y según el ministerio de Agricultura chino, los derechos de uso (puesto que la venta de tierras no está permitida) de una cuarta parte del total de tierras campesinas, 25 millones de hectáreas, ya han sido transferidos a compañías como la misma Cofco o a la empresa financiera estatal CITIC”.
En el caso de Cofco, observamos que, además de una alianza con el gigante de semillas Pioneer, también está construyendo grandes granjas industriales de cerdos con fondos de KKR, una firma de capitales de inversión con sede en los EE.UU.
Que, en este rosario de alianzas, también tiene una sociedad con el principal productor de lácteos chino, China Moderno Dairy, para la construcción de megagranjas lecheras.
Duch se pregunta:
¿Tanto control de tierras y de corporaciones y tanta movilización de capitales para alimentar a su propia población?”
Las necesidades de seguridad alimentaria de un país con tanta población y deseosa de comer mucha carne son muchas pero todo parece pensado para algo más. ¿Para qué?:
Para tomar los mandos del sistema alimentario corporativo globalizado. E implementar producciones agrícolas industriales e intensivas que, como decíamos al principio puede llevarnos a que en el futuro la alimentación para todo el planeta dependa de tres, cuatro o cinco corporaciones controladas desde China”.