La competitividad, un freno al auténtico desarrollo

Por Arcoirisdan
         En nuestra sociedad de consumo se ha “vendido” el competir unos con otros como un motor de progreso. Esta mirada recuerda a la que consideraba a la Tierra plana, fruto de una visión superficial de la realidad. Bastaba observar fenómenos como el de  los mástiles de los barcos desapareciendo del horizonte más tarde que el resto de la nave,  para desvelar la curvatura terrestre. La presencia de los llamados “expertos” económicos en los grandes medios de comunicación, llamando a ser más competitivos para resolver la crisis, ha difundido una visión “plana” de la realidad, que nos has despojado de múltiples dimensiones. Esta idea, que ni mucho menos es nueva, ha conducido a buena parte del mundo empresarial a exigir a sus científicos y técnicos la llamada obsolescencia programadalos productos se fabrican intencionadamente con una durabilidad muy inferior a la que técnicamente es posible. Aquí van unos ejemplos:

La bombilla centenaria de Livermore

         Los fabricantes de bombillas se han puesto de acuerdo en limitar su duración. Hay un claro testimonio  de que podemos hacerlas más longevas que la vida de una persona en una bombilla, que ha permanecido encendida ininterrumpidamente desde 1901, situada en el Parque de Bomberos de Livermore (California). La población incluso realizó una fiesta para conmemorar sus 100 años.        La fábrica DuPont que tenía la patente del nailon decidió hacer menos resistentes sus medias, no podía consentir que fueran eternas.        En muchas impresoras se ha colocado un chip encargado de contar las páginas impresas y de bloquear el aparato cuando se alcanza un cierto número de éstas. Cuando el usuario la lleva a “reparar” le informan  que es mucho más económico comprar una nueva.       Así podríamos continuar con infinidad de testimonios. Ante este “engaño”, como ante muchos otros, la red ha demostrado ser la herramienta más eficaz para combatirlo. Un ejemplo de esto es la figura de un experto ruso que regala un pequeño programa que desbloquea las impresoras inutilizadas por el chip que mencionamos antes. La generosidad en la red está demostrando algo evidente que  había quedado oculto por las nubes de la sociedad de consumo: colaborando siempre llegaremos más lejos que compitiendo. ¿Os imagináis cómo funcionaría nuestro cuerpo si las células en vez de colaborar compitieran entre sí…?

Basurero  tecnológicos en África

          La competitividad secuestra la inteligencia de muchos expertos. Esto explicaría hechos como la locura e injusticia de enviar nuestros residuos al Tercer Mundo; empleando a países como Ghana como basureros tecnológicos. Volvemos al principio de este artículo: la visión plana del mundo, que nos limita como personas. Tenemos los medios para salir de esta forma de mirar y también los testimonios de personas que lo demuestran con su propia vida.      Si queréis conocer más a fondo el fenómeno de la obsolescencia programada no os perdáis el siguiente documental de Cosima Dannoritzer, titulado “Comprar.Tirar.Comprar”.