Podría pensarse que Ruggero Raimondi, con una dilatada y excelsa carrera como cantante, muy similar a la de los grandes divos de antaño, fuera alguien con un gusto conservador por las puestas en escena. Cansado de directores excesivamente experimentales, habría renegado siempre de concepciones alejadas de lo señalado por el compositor en el libreto. Nada más alejado de la realidad. En esta Condenación de Fausto presentada en Lieja emerge un director de escena trabajador, imaginativo, que concibe con intención. Lo deja claro en el programa de mano. Para él, Fausto es un trasunto de Prometeo, alguien que contravino la voluntad de los dioses para beneficiar a los hombres, y por ello pagó con la condenación eterna. En esa figura romántica encaja como un guante Nikola Tesla, uno de los mayores científicos e inventores del último siglo, pero que no ha sido reconocido como tal hasta hace bien poco. Entre otros avances, inventó la manera de poder iluminar las ciudades. Y su motor de corriente alterna lo ve tras una puesta de sol en un verano de Budapest. La visión le lleva a citar unos versos de Fausto. Precisamente. Sigue leyendo en Ópera Actual…
***
Follow @ultimoremolinoRecibe ‘El último remolino’ en tu correo electrónico