Nos damos cuenta que llega la primera adolescencia cuando percibimos expectantes los primeros cambios hormonales; en cambio cuando llega la segunda nos asaltan de sopetón y en múltiples ocasiones no se viven de buen grado, ya que no asumimos que el tiempo se nos haya pasado volando.
Impresiones como esta suelen escucharse a personas que se encuentran en la encrucijada de la mitad de la vida:
“Hasta los 40 años es como si se viajara dentro de un carruaje muy cómodo, no sentía grandes preocupaciones. En cambio ahora siento como si le hubiera arrebatado las riendas al cochero, llevando a unos caballos desbocados que son mis hijos, y a otros un tanto indomables que son mis padres. Del mismo modo no te gustaría ir en un carruaje, si no con un caballo solo, además es momento de decidir qué camino has de tomar y cuál abandonar. Si ciertamente me siento como un adolescente”.
El problema suele venir cuando se llega a esta edad sin habernos adecuado a cada nuevo cambio evolutivo y por supuesto sin haber asimilado y superado con éxito la primera adolescencia, en ciertos aspectos sin haber atado los cabos sueltos, es lo que suele llevar a vivir esta parada en la mitad del trayecto vital como traumática o como comúnmente se la denomina la crisis de la mediana edad o de los cuarenta.La llegada a la mitad del camino vital es complicada para aquellos que no han vivido las etapas previas en su plenitud, lo que ocasiona que se tome en muchas ocasiones el camino opuesto al que hemos transitado en el periodo previo, quizá se corta el cordó demasiado deprisa, y ya dicen los expertos, cuando un recién nacido llega al mundo hay que tomarse su tiempo para proceder a cortar el cordón, la precipitación no es buena en ningún caso, aunque tampoco nos dejemos llevar por la parálisis del análisis.
En muchos casos aquellas mujeres que se han dedicado en exclusiva a su familia y al cuidado de los hijos en la primera etapa de su vida, en esta etapa suelen retomar su trayectoria profesional aparcada hace años. En otro extremo están las que se habían dedicado en exclusiva a su éxito profesional considerando que habían dejado de lado su vida personal y se proponen como objetivo inmediato disfrutar de la experiencia de ser madre y formar una familia.
Y en el término medio se encuentran aquellas que han solapado ambas facetas y ahora lo que quieren es no dejarse llevar por lo que se espera de ellas en cualquiera de esas áreas sino por hacer lo que verdaderamente les apetece, en cierto modo volver a su adolescencia o quizá es que nunca salieron de ella.
Cuando no nos sentimos a gusto con la etapa vital que estamos viviendo, en muchos casos aflora con problemas laborales, desmoronamiento de las relaciones de pareja, o crisis espirituales todo aquello que de otro modo no saldría a la luz y que nos hacen sentir incomprendidos, poco apreciados y valorados, propiciando únicamente que generemos ruido a nuestro alrededor.
En esta etapa suelen aparecer los espejismos que aparecen representados como nuevos y trepidantes amigos, se pueden incluso retomar los fallidos amores juveniles, e incluso retomar la relación de amistad con la pandilla adolescente, quizá cambiar de actividad profesional rompiendo con nuestra etapa anterior, retomar estudios abandonados o comenzar otros que seduzcan en esta etapa.
Todo aquello que nos permita mantenernos ocupados para no asumir el paso de tiempo en nosotros y el vértigo de lo que nos queda por vivir, cuando quizá lo que precisamos es dejar de lado alguna parte de la ida pasada para que pueda caber nuestra nueva etapa y tengan cabida nuevas experiencias y personas.
Todo esto no quiere decir que no tengamos que retomar estudios, hobbies, amistades o cambiar de actividad profesional en cualquier momento de nuestra vida, aunque si siendo plenamente conscientes de haber disfrutado de lo elegido en la primera etapa de tu vida, en cierto modo vaciarnos de todo lo que nos ocasione resentimiento y de nuevo ser plenamente consciente de lo que vas a elegir.
Muchas parejas en lugar de proseguir la segunda etapa de vida caminando acompasadamente, la viven como una crisis en lugar de una oportunidad para seguir creciendo juntos, se suelen dar separaciones o situaciones complicadas en relaciones cuando una de las partes no ha asimilado la adolescencia y que comienza una nueva y trepidante etapa por vivir, entonces es muy probable que comience una vida separada en la que uno sigue un camino reposado a la maduración, y el otro corre hacia lo que no ha podido vivir o que anhela vivir.
Nada es malo o bueno en esencia sino que es válido mientras nos haga felices y no perjudique a sabiendas a los demás de nuestro entorno, por lo tanto desear vivir nuevamente una adolescencia alocada o disfrutar de una etapa más reposada no es lo importante, lo interesante es que compartamos con nuestra pareja qué es lo que deseamos vivir en estos momentos de cambio y que podamos continuar el camino compartiendo intereses y objetivos, y si llegado esa conversación no es posible lo mejor es asumir que cada uno ha de tomar su camino, da igual cual sea lo importante es que a cada cual le reporte su felicidad.
Si que se considera necesario para cambiar de etapa evolutiva haber caminado previamente hacia nuestro interior y ser consciente de nuestra cara oculta, si ésa que está amparada en nuestra sombra, dificilmente podremos avanzar hacia una madurez sana con nuestra pareja si no somos primero capaces de encontrar nuestros defectos. El único modo de poder ser comprensivo y aceptar en plenitud al otro para seguir avanzando juntos, es cuando en primer lugar somos comprensivos con nuestros defectos.
El único modo de avanzar en la vida es aceptarse a sí mismo para así poder aceptar a los demás. Quizá habría que ver esta etapa como aquella en la cual hay que asumir lo vivido, disfrutado y elegido el tiempo pasado y estar preparado para afrontar nuevos retos.
Según ilustraba Jung, la primera etapa de la vida consiste en desarrollar las preferencias individuales que le resulten más naturales y predominantes en cada persona, en cambio la segunda parte vital el reto consiste en acercarse a aquellas características menos predominantes en nosotros para terminar nuestra etapa vital con pleno conocimiento de uno mismo. Si nos estancamos y anquilosamos en sólo conocer nuestra parte positiva o preferencias naturales, nos quedaremos sin conocer aquellas características que nos permiten crecer, las que desconocemos de nosotros.
Quizá el espejismo mayor es no asumir que se ha llegado a esta etapa vital, y negarla, obviarla, o ir en su contra, cuando lo mejor es dejarse llevar como el viento cuando mece las hojas de los árboles que llegan finalmente a acumularse al final del camino, o incluso como cuando lleva hogares por los aires.
Autora Cruz Gomar
Fuente http://manuelgross.bligoo.com/20121013-desarrollo-personal-como-comprender-y-superar-la-crisis-de-los-cuarenta