Pocos países, como el nuestro, están históricamente ligados desde siempre con el negocio de hostelería. Desde niños muchas generaciones hemos acudido al bar más cercano con nuestro mayores primero, más tarde con nuestros amigos, después con nuestra pareja y la mayoría, seguimos acudiendo ya jubilados. No por ello somos más alcohólicos, se bebe más en un 'botellón' de tres horas, y en un fin de semana al estilo de los países anglo-sajones, como los tan utilizados por nuestros jóvenes, que en una tertulia del bar durante una semana.La capacidad de servir de plataforma para las relaciones humanas, es infinita, se conoce más y mejor a un vecino, en un encuentro de diez minutos en el bar de debajo de casa, compartiendo un vino o una cerveza, que en diez años de coincidencia en el portal o ascensor.Se consigue más y mejores compañeros, que tras los años se pueden convertir en amigos, que con quien llevas 20 años compartiendo estancia en el negociado de contratación de la empresa donde trabajas.Se ahorran cantidades ingentes en tratamientos psicológicos, o similar, acudiendo de cuando en cuando al 'vermut', al vino o a las cañas.El tabernero te permite más crédito y te dispensa mejor trato, sin duda, que el bancario donde tienes tus ahorros de toda la vida. Muchas personas -no es un comentario gratuito- han encontrado a su pareja en dichos lugares, y siguen acudiendo con sus hijos e incluso con sus nietos...Todo lo anterior, que no tienen porqué compartir, pues supongo que habrá quien tenga otro punto de vista y quizá no les parezca adecuado acudir a estos lugares, lo comento por que llevo observado desde el comienzo de la crisis las grandes dificultades por la que están pasando.Normalmente defendido por los familiares y algún empleado, los miles y miles de negocios de hostelería pequeños, que pueblan nuestro país, nos ofrecen un servicio de inigualable calidad y utilidad, y cada día por desgracia se van cerrando poco a poco, o se mantienen a costa de un esfuerzo inhumano por parte de sus propietarios. Evidentemente, hay muchos sectores afectados por la crisis, prácticamente todos, puede decirse, pero de la utilidad de nuestros bares, tascas, bodeguitas, y demás garitos, no creo.Por ello, y porque son una seña inigualable de identidad de nuestro plural país, debemos apoyarlos, del modo y manera que sabemos y podemos; que es acudiendo a los mismos a tomar las cañas, los vinos, los pinchos, las tapas, las raciones, los menús... y lo que se tercie. Pues además representan, en sí mismo, un antídoto contra las insufribles franquicias, absolutamente faltas de personalidad, calidad y tradición, feas, malas, y además aburridas. Que con insistencia pretenden instalarnos y que por desgracia proliferan más de lo que para mí sería deseable.