La derogación de la felicidad

Por Juanantoniogonzalez

Lunes de vendetta


Las traducciones a varios idiomas de esta novela han fulminado la versión original


Algunas noticias duran muy poco en la prensa, menos de lo que tardamos en cruzar un paso de peatones.

Hace pocos días, un diario regional publicó la información de que el gobierno balear pretende aprobar la llamada ley de excesos. La noticia ocupaba un espacio pequeño.  Un  titular y unas pocas palabras. El nombre de la norma resultaba llamativo. El legislador del archipiélago había demostrado tener una gran capacidad creativa para bautizar a una ley.

Lo del exceso me hizo imaginar que la norma regularía las actuaciones de la clase política para evitar el abuso que algunos de ellos ejercen de su poder. Iluso de mí. Me equivoqué en mis pronósticos de analista político de salón y comedor. Incluso pensé que si no llegaba hasta ese punto, la ley establecería, al menos, las pautas para evitar el exceso verbal en el que muchos representantes públicos incurren y que afecta a la paz social. Me volví a equivocar una vez más. Aquello iría contra la libertad de expresión, y ¡por Dios!, que nadie toque esa libertad, no sea cierto entonces que estemos viviendo en un Estado represor.

Tal vez el señor Ábalos haya pecado durante esta semana de excesiva verbosidad. Las diferentes versiones de una misma escena han sorprendido a los mejores guionistas que se han reunido en la gala de los Goya. Las traducciones a varios idiomas de esta novela han fulminado la versión original. Por eso no es de extrañar el estado de ánimo del ministro. No resulta cómodo aguantar las embestidas de la oposición, que en pocas horas ya han pedido su cabeza para colocarla en la guillotina.

Lo que sí ha llamado la atención es la soberbia de un cazador que ha caído en su propia trampa. Los “muchos tiros pegaos” en su trayectoria política le han servido de bien poco porque el tono y la forma en la que ha realizado cada una de sus intervenciones ha dejado mucho que desear. El diagnóstico no es bueno: los síntomas de una intolerancia alérgica a la crítica y a la labor de los informadores es muy evidente.

Esto acaba de comenzar. Se tendrá que acostumbrar a que le toquen las narices por no mencionar los testículos, y en la gira de mitines de cada fin de semana va a tener que ser más cauto cada vez que se asome al balcón.

Y hablando de balcón, la ley del exceso finalmente está pensada para acabar con el consumo desmedido de alcohol y evitar el azote vandálico de borrachos y juerguistas que provienen principalmente del mundo anglosajón. Desconozco si las medidas previstas de  castigar el “balconing” y eliminar de los bares, restaurantes y pubs las famosas Happy hours serán suficientes, pero que sean bienvenidas, porque al final los excesos se pagan. Y ya puestos, que se incorpore a esta nueva ley una disposición final en la que se sancione la verborrea de quienes buscan la derogación de la felicidad.

Feliz semana ejercientes de la vendetta. Hasta el próximo lunes.