La esposa de Walesa revela la soledad que vivió durante años

Publicado el 27 noviembre 2011 por Nestortazueco

(Varsovia, 24/11/2011, EFE)

Danuta Walesa, esposa de Lech Walesa, líder anticomunista polaco y premio Nobel de la Paz, revela en su autobiografía publicada hoy la soledad que sufrió mientras su marido asumía la dirección del Sindicato Solidaridad y la presidencia de Polonia.

El libro relata sin tapujos la sensación de abandono que Danuta sufrió en la década de 1980, cuando la oposición anticomunista vivía momentos decisivos a las órdenes de Lech Walesa, entonces un electricista en los astilleros de Gdansk (norte del país).

En esos años, Danuta crió a ocho hijos, de los que “era madre, maestra, cocinera, señora de la limpieza, enfermera, una mujer que no tenía tiempo para hacer otra cosa”, según confiesa ella misma en la autobiografía.

El libro evoca con franqueza y cierta amargura aquel periodo en que decenas de políticos, activistas, periodistas y “personajes variopintos” se reunían clandestinamente durante horas en el apartamento de Walesa, mientras Danuta preparaba tentempiés y mantenía en orden la vivienda, improvisada sede del movimiento anticomunista.

“La política me robó a mi marido, y en la política no hay amigos de verdad”, explicaba en una reciente entrevista en la televisión pública polaca.

La esposa de Walesa, que defiende que “llega un momento en la vida en el que se han de revelar ciertas cosas”, lamenta que su marido nunca la sorprendiese con un ramo de flores o un simple detalle para agradecer todo su esfuerzo.

“Los hombres no son muy brillantes en algunos asuntos”, señala Danuta, quien describe a su esposo como “un solitario”, una persona “introvertida y difícil de conocer”.

Danuta Walesa, de 62 años, fue primera dama de Polonia entre 1990 y 1995, periodo en el que Lech Walesa se convirtió en el primer presidente democráticamente elegido en el país desde la II Guerra Mundial.

La propia Danuta, nacida en un pequeño pueblo del este de Polonia, también reconoce que no todo fueron amarguras, y en el final de su autobiografía asegura estar “agradecida por lo que le reservó el destino”, una vida que “no podría haber imaginado ni en mis sueños más descabellados”, afirma.