La fortaleza de un ser humano es proporcional a su capacidad de admitir su propia fragilidad y vulnerabilidad! Sabia lección la de hoy, en un mundo que nos enseña a negar y esconder nuestras flaquezas, a cambio de intentar demostrar lo contrario, es decir, nuestras presuntas fortalezas y dones!
Tanto a nivel de Civilización, como a nivel personal ese es el maquiavélico esquema. Todo el supuesto poderío de la Humanidad y todos sus logros dependen de un simple terremoto, ciclón u otra catástrofe natural para quedar en jaque todo un Sistema previsiblemente hiperdesarrollado, plenipotenciario e imbatible ante la adversidad. Y es que de vez en cuando el Universo se ve obligado a darnos un toque para que abandonemos esa vanidad y soberbia solo humanas para que despertemos a la fragilidad y a la humildad, como parte consustancial al ser humano y todo lo que crea él, como la sociedad.
A título personal, ocurre lo mismo. En un mundo como el nuestro que prima el poder y la fortaleza como valores supremos, basta que una leve enfermedad o acontecimiento inesperado en nuestra vida llegue para hacer que nos sintamos débiles y frágiles, frente a la propia vida. En esos casos de poco sirven la auto complacencia, la presunta sabiduría sobre la vida que prodiguemos a los cuatro vientos o nuestra formación académica. En esos momentos especiales -o no tanto, a veces basta un guiño de la vida, del amor y/o el dolor- es cuando la persona debe sacar de dentro toda su fortaleza basada en sus valores esenciales, para, en primer lugar, despertar a la realidad y luego aceptar con humildad su fragilidad y vulnerabilidad, frente al Universo y la propia vida.
Y entonces viene cuando pienso que para la vida y sus lecciones a aprender, todo sirve. Así como que nuestro mundo presuntamente poderoso y prepotente, así como la vanidad y soberbia de cada uno de sus ciudadanos muchas veces invita a que la Vida nos despierte a golpes para que seamos verdaderamente conscientes de lo que vivimos y de lo que hay en nuestro interior o a nuestro alrededor! Quizás así dejemos -por fin- de agredirnos los unos a los otros y a lo que nos rodea y abramos nuestro corazón al amor y a la felicidad, construyendo un mundo a imagen y semejanza de lo que somos en realidad y preservando y mimando a la maravillosa Naturaleza que nos acompaña y nos da cada día lecciones de vida.
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