Lienzos, cuadrados y delimitados sólo por el color, donde las variaciones tonales se desbordan en sus límites. Allí, donde la luz y el vacío, adquieren el protagonismo y la obra se transforma en inmaterial. Minimalismo y espiritualidad que nos llevan tanto al concepto romántico de lo sublime como a la expresividad de una mística personal, que caracteriza a pintores como Mondrian, Malevitch, Albers o Rothko.
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