Cuando Colón le escribe al rey español Fernando V -el Católico- en mayo de 1499, le comunica que el fracaso de la nueva colonia, en la isla de La Española, en producir más y más oro era sólo consecuencia de la codicia de los que habían ido a las Indias únicamente a enriquecerse. No pensó por entonces el Almirante que apenas un año después un enviado real, Francisco de Bobadilla, acabaría encadenándolo y embarcándolo, como a un vulgar condenado, con destino a España. Sin embargo, el siguiente gobernador Bobadilla no consiguió así, con su dura firmeza e intransigencia, más que dividir y agravar los ánimos de los colonos y de los afines a la familia Colón. Había, por tanto, que encontrar otro personaje que fuese capaz de poner orden en los nuevos territorios descubiertos por el ahora despojado de su glorioso nombramiento de Gobernador de las Tierras e Islas del Nuevo Mundo. En febrero de 1502 el nuevo gobernador, Nicolás de Ovando, partió hacia La Española -actual Santo Domingo- del puerto español de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Con una flota además de veintisiete naves, ésta fue así la primera gran expedición de muchos barcos enviados desde España jamás botada antes para surcar el poderoso y temible Atlántico. Con 2500 hombres y mujeres, entre colonos, frailes y artesanos, llevó -además de frutos de morera para fabricar la seda- trozos de caña de azúcar para conseguir así que esta planta, tan deseada entonces, lograra producirse en las nuevas tierras descubiertas.
Uno de los colonos que acompañaron a Ovando en 1502 fue Diego Caballero de la Rosa (1484?-1560), de una familia sevillana de antiguos conversos -judíos convertidos al cristianismo. De hecho su padre, Juan Caballero, fue perdonado ya después de un auto de fe -ceremonia de exculpación y retorno al seno de la Iglesia en la mayoría de los casos- celebrado ya en Sevilla por el año 1488. Cuando la población indígena de la isla La Española disminuyó alarmantemente sobre 1514, los nuevos colonos enviaron a buscar mano de obra allá dónde se encontrase. De este modo Diego Caballero participó en una expedición que organizó un genovés sevillano, Jerónimo Grimaldi, para buscar indígenas en las islas de Curazao, cerca de la costa venezolana. Pocos años después consigue ser, además de un próspero comerciante, un contador -contable- de la Real Audiencia de Santo Domingo. También llegó a tener un ingenio -hacienda- de azúcar en La Española, además alcanzó a disponer del cargo de regidor -alcalde- de Santo Domingo, y, por fin, Mariscal -alto funcionario real- de toda la isla allá por el año 1547.
Años más tarde regresa a España, a Sevilla, en donde, anciano ya, no aspira a otra cosa sino a ser liberado de las cargas espirituales que su alma tuviera que soportar por las desesperadas acciones descarnadas de su juventud. De este modo, en 1553 entregó a la Catedral sevillana 26.000 maravedíes para disponer de su capellanía -acuerdo con la Iglesia para realizar determinadas misas para la salvación del alma-, así como de su propio Retablo en la catedral. Dos años después, don Diego Caballero contrata al pintor Pedro de Campaña (1503-1580) para que confeccione diez pinturas para tan piadoso Retablo. Por entonces, mediados del siglo XVI, el mejor retratista, el más requerido pintor para cuadros sagrados en la levítica Sevilla era el flamenco Pieter Kempeneer -Pedro de Campaña-, que llevaba desde 1537 trabajando exclusivamente en la ciudad del sur de España. Sevilla era, en la primera mitad del siglo XVI el mejor destino económico para pintores y artistas de la época. La ciudad disponía de dos razones de importancia: el creciente comercio americano y un gran mercado eclesial necesitado de imágenes.
Este pintor renacentista flamenco, como casi todos ellos, tuvo la suerte de tener dos influencias artísticas muy importantes para su tendencia: la flamenca y la italiana. Después de residir en Venecia y Roma, marchó a Sevilla donde desarrolló las nuevas técnicas aprendidas de los maestros italianos. Pero mantuvo, además, el tono decidido, fuerte, áspero y ordenado de la pintura de Flandes. Fue el primer pintor que creó retablos en España dominados así por el Manierismo triunfante. Los Retablos, obras encargadas por la Iglesia o para las iglesias, encerraban, en la mayoría de los casos, grandes creaciones maestras del Arte. Éstas, a veces, fueron muy maltratadas por los años y la desidia. De este modo, extraordinarias pinturas pasaron por encima de los ojos de algunos de los ajenos admiradores de un Arte sagrado, elevado y distante. En el año 1557 el pintor Campaña fue requerido para pintar otro retablo en Sevilla. Esta vez en una iglesia allende el río Guadalquivir, la de Santa Ana. Aquí consigue Pedro de Campaña una de las mejores composiciones de su pintura renacentista para un altar.
Pero, como sucede con los grandes a veces, las pinturas que creó para el Retablo de Santa Ana fueron criticadas por sus propios colegas sevillanos. Tan dura fue la oposición a su obra que Pedro de Campaña, agraviado, no soportó más vivir donde antes había sido muy feliz. Aquí se casó y aquí, en Sevilla, tuvo a sus dos hijos. Así que, después de casi veinticinco años, decidió volver a su tierra natal, Flandes. En 1563 se alejó definitivamente de su obra y de su vida sevillanas. Ahora, esperando acoger los últimos momentos que elevaran -por fin- su alma más alta que sus pinturas, desarrollaría el resto de su vida en parte también de lo que fuera corona española entonces, en su tierra flamenca, y hasta el año 1580, que fue cuando el maestro acabó ya sus días. Él, a diferencia de quien le contratara años antes en Sevilla para realizar un retablo, no tenía que hacer ahora nada más que morir, ya que sin embargo había hecho ya todo lo que un alma necesitara para no tener más -ahora- que despegar, satisfecha y ágil, sin alas casi, hacia la más alta de las cornisas divinas de la eternidad.
(Pintura central Retablo de Santa Ana, 1557, Pedro de Campaña, Iglesia de Santa Ana, Sevilla; Pintura lateral inferior izquierdo del Retablo de la Purificación, 1556, retratos de don Diego Caballero, su hermano Alonso y su hijo, Pedro de Campaña, Catedral de Sevilla; Imagen fotográfica del Retablo de la Purificación en la Catedral de Sevilla, España; Pintura central de este retablo, Purificación de la Virgen, 1555, Pedro de Campaña, Catedral de Sevilla; Fotografía del Retablo de la iglesia de Santa Ana, 1557, Pedro de Campaña, Iglesia de Santa Ana, Sevilla, España; Cuadro Jesús Descendido, 1556, Pedro de Campaña, Museo de Cádiz, España; Óleo de Pedro de Campaña, Retrato de una Dama, 1565, Alemania; Fotografía de la casa, del siglo XVI, de don Diego Caballero en Santo Domingo, República Dominicana; Imagen con la placa conmemorativa de esta casa, Santo Domingo.)
Vídeos de homenaje al pintor Pedro de Campaña: