Eso para empezar, dice.
-Eso para empezar, porque luego está el problema del apetito, que con tanto frío que hace allá arriba se te corta el apetito, y eso, si eres diabético, es un coñazo; pero un coñazo. Cuesta comer, y si no comes, es muy difícil mantener los niveles de insulina, y en fin... que tienes que estar al quite. Extremar las precauciones.
Pero algún susto hubo, dice.
-Sí, claro. Fue un día que estábamos subiendo al campamento base, al comienzo de la expedición. Ya me había pinchado pero no me hacía efecto, iba chafado, completamente alicaído, que es como te pones cuando estás bajo de azúcar, y me decía a mí mismo: «Joder, si estoy así por debajo de 4.000 metros, cómo será arriba». Después se me ocurrió que podía ser que la insulina se hubiera estropeado, entonces me pinché con otro boli, y sí, era eso, por suerte, así que al cabo de un rato, unos minutos, empecé a sentirme mejor... Total, que ese es otro asunto del que tenía que ocuparme: que la insulina no se dañara. Que no le diera el frío.
Era febrero, era Argentina y era Javier Torrents trepando el Aconcagua. Estaba allí porque a) es alpinista y b) es diabético. Y porque tres años antes había asistido a una conferencia de Josu Feijoo, el alpinista diabético por excelencia, y allí le había oído decir que quería subir el Aconcagua con alguien como él: que tuviera el mismo problema.
-Decía que quería motivar a más gente, animarlos a hacer lo mismo que él. Y como a mí el alpinismo me gusta, y ya había escalado varias veces los Pirineos, me acerqué al final de la conferencia y le dije que por favor, que tenía que contar conmigo. Y sí: al final lo hicimos este año.
-El Aconcagua impone, ¿no?
-A mí lo que más me inquietaba es que no sabía muy bien cómo iba a reaccionar mi cuerpo en esas condiciones. Y tenía que estar pendiente de la insulina, para que no se estropeara, pero también de los medidores, que a baja temperatura no sirven. Yo nunca había estado a esa altura, con esas bajas presiones, y era una incógnita lo que iba a pasar. Por eso la primera precaución fue medirme más el azúcar; porque era importantísimo tenerlo bien controlado.
-Y ¿le fue bien?
-Bueno, aparte del susto subiendo al campamento base, bien. No iba sobrado, digamos, pero una vez en la cumbre habría podido subir otros, no sé, 50 metros. Por decir algo. Tal vez menos, pero habría podido seguir. La verdad es que fue una gran satisfacción. Cuando estaba bajando me di la vuelta y miré la montaña... Uno de esos momentos, ¿sabe? Y dije: «Me voy a hacer la foto». Y me hice la foto, que es básicamente una foto de «aquí he estado yo». Porque para mí es importante. Haber llegado allá, hasta la cima, es importante.
-Hablando de eso, hay algo que tengo que preguntarle. ¿Me está contando una historia de superación? Se lo digo porque, por un lado, estamos hablando de su diabetes, de la insulina, de los problemas que tuvo, pero a la vez lo veo tan saludable...
-¿Una historia de superación? Hombre, yo no lo veo así, pero bueno, supongo que puede serlo. Yo la verdad es que ya vivo con esto, lo tengo muy interiorizado, sé que es un problema que puede no limitarte para nada. Y mi diabetes es tipo 1... que soy insulinodependiente, quiero decir. Me la descubrieron a los 24 años y nunca, le juro que nunca he dejado de hacer nada en la vida por esto. De hecho... mire, le voy a contar algo.
-Adelante.
-Yo los lunes voy al hospital. Al Sant Joan de Déu. Todos los lunes. Porque a mi madre, cuando a mí me diagnosticaron, le sirvió mucho hablar con otras personas que habían pasado por lo mismo, así que yo hago eso, hablar con los chavales o con los padres de los chavales recién diagnosticados, y les doy justo ese mensaje: que no se deja de hacer nada.
-Hasta se puede correr un maratón, según me han dicho.
-Sí, voy a Nueva York a correr el maratón. Veremos cómo me va.
-¿Alguna precaución particular?
-Bueno, es mi primer maratón completo, pero ya he corrido varios medios. No sé. Lo que es seguro es que al menos un control me haré en carrera. Estoy entrenando. Mucho.
Javier Torrents es a) alpinista y b) diabético. Pero también es farmacéutico; fue lo que estudió. Y lo que hace todo el año, cuando no escala o corre, o está en el Sant Joan de Déu, es hacer confites: en su empresa, la que tiene con unos socios.
**Publicado en "El Periódico de Cataluña"