Termina hoy el primer ciclo de jornadas de huelga en la sanidad madrileña. La huelga es una medida de defensa de la sanidad pública ante los intentos de privatización por parte de administración y empresas del sector. Se anuncian nuevas jornadas de huelga este mes de diciembre. ¿Cómo viven esto los “pacientes”, las personas, necesitadas de servicios sanitarios estos días?
Fue mi hermano quien ayer intentó llevar al médico a su hijo de año y medio tras cuatro días con fiebre y sin ingesta de alimento alguno. Al parecer le dio la sensación de que los profesionales sanitarios en el centro de salud no querían atenderle dado que estaban en huelga. Él está favor de la huelga “es la única manera de intentar conseguir lo que reivindican“, me dijo. Y lleva razón, no hace muchos días una huelga indefinida de farmacias en Valencia consiguió que un compromiso para recibir los pagos atrasados.
Es algo contradictoria esta situación; ¿quién puede no estar a favor de una huelga que defiende la sanidad de todos, nuestra propia atención sanitaria? Y, sin embargo, en un caso así en el que el cuidado de la salud ciudadana no puede parar se producen hechos paradójicos como el narrado. Puedes estar a favor de los huelguistas y desearles lo mejor e incluso apoyar en la medida de tus posibilidades la medida pero si necesitas ir al médico lo necesitas.
La huelga es una medida de fuerza pero es una medida desesperada. Los profesionales sanitarios no suelen ir a menudo a la huelga, si lo hacen es porque la situación es dramática. Al mismo tiempo es necesario cumplir unos servicios mínimos razonables, que no resten significado a la acción pero que tampoco contraríen el espíritu de nuestra sanidad pública, que siempre suele estar cuando se la necesita.
La ciudadanía que mantiene con su trabajo el actual sistema sanitario no puede verse ninguneada en un centro de salud. Los trabajadores no pueden ser cómplices de una administración que degrada lo público en favor de intereses privados.