La ictericia suele aparecer alrededor del segundo o tercer día de vida. Comienza por la cabeza, desde donde se va extendiendo al resto del cuerpo en sentido descendente. La piel del bebé se ve amarillenta, apareciendo esta coloración primero en la cara, luego en el pecho y abdomen y, por último, en las piernas.
En los recién nacidos la ictericia puede considerarse normal (fisiológica) si se mantiene dentro de ciertos límites y no dura más de unos pocos días o semanas. Se produce sobre todo por inmadurez del hígado y lógicamente es más frecuente por tanto en prematuros.
Lo más habitual es que el tono amarillento aparezca a partir del segundo día de vida y que el bebé sea dado de alta de la maternidad con la simple recomendación de que sea controlado por su pediatra de atención primaria.
En algunos niños alimentados al pecho, la ictericia puede prolongarse algunos días más de lo habitual, sin que esto suponga ningún problema ni sea porque la leche materna le siente mal. La ictericia no es contraindicación para la lactancia materna.
Hay otras situaciones en las que la ictericia puede ser producida por una enfermedad, como es el caso de la incompatibilidad de grupo sanguíneo o de factor Rh. Si un bebé tiene un grupo sanguíneo distinto al de su madre, es posible que esta produzca anticuerpos que destruyan los glóbulos rojos del recién nacido. En estos casos, la coloración amarilla de la piel aparece en las primeras 24 horas de vida.
La ictericia neonatal, salvo casos excepcionales, no deja secuelas y no se relaciona con enfermedades posteriores del hígado ni de otro tipo.
Si tu recién nacido tiene la piel amarillenta, debes acudir al pediatra para saber si presenta una ictericia clínicamente importante. En la consulta del pediatra es posible que le extraigan una pequeña cantidad de sangre para determinar la concentración de bilirrubina en sangre. También se puede utilizar un medidor transcutáneo, sin necesidad de pinchar al recién nacido.
Si la ictericia es leve o moderada, cuando el bebé tenga entre una y dos semanas de vida empezará a regular por sí solo el exceso de bilirrubina en sangre sin necesidad de tratamiento. Puede ser beneficioso amamantar más frecuentemente al bebé o darle biberones suplementarios de leche artificial. Cuando la ictericia es importante o no remite, puede ser necesario la fototerapia, que consiste en exponer al niño a la luz de unos focos especiales, de modo que ayude al organismo a eliminar ese exceso de bilirrubina. En contadas ocasiones, cuando la hiperbilirrubinemia es más acusada o hay anemia importante por la destrucción masiva de los glóbulos rojos (por ejemplo, en hemólisis por incompatibilidades sanguíneas), es necesario hacer un recambio de la sangre con una técnica especial conocida como exanguinotransfusión. En determinadas circunstancias se puede emplear fenobarbital (mejorar la excreción de bilirrubina) o gammaglobulina intravenosas (en isoinmunizaciones Rh).
A nivel preventivo, a todas las madres Rh negativo tras parto de un recién nacido Rh positivo, aborto o embarazo ectópico se les debe administrar gammaglobulina anti-D para "bloquear" los anticuerpos que la madre pudiera generar de cara a posteriores gestaciones.
Con esta medida y los protocolos utilizados para el tratamiento de la hiperbilirrubinemia, las antaño temidas complicaciones neurológicas (kernicterus) son hoy una situación excepcional.