La indisociable e indisoluble unidad, ¿y qué?

Por Jagonzalez

No, no vamos a vagar entre conceptos filosóficos de aparente impenetrabilidad para mentes convencionales. Sólo vamos a recordar que somos seres de naturaleza biopsicosocial, nada nuevo, aunque hay que recordárnoslo, a veces.

Lo incuestionable, creemos, es que más allá de nuestra constitución desde átomos a tejidos, aparatos, sistemas y cuerpos completos, tenemos una estructura mental, pensamientos, emociones, valores, memoria que no tienen conformación percibible por los sentidos.

Además, creemos, esas dos realidades, material una, inmaterial la otra, están unidas de manera indisoluble e indisociable. No de una manera estática, sino con dinamismo, influencias mutuas, bidireccionales. Nos olvidamos de un supuesto dualismo cartesiano mente-cuerpo. Para nosotros, para los sanitarios, el enfoque biopsicológico sería la norma.

No obstante, a veces parece que esto último no está tan claro. En Medicina se habla de enfoques biologicistas cuando no se contemplan las influencias del ambiente o de las variables psicológicas, o se aminoran en relación con el componente anatomofisiológico. En Fisioterapia se habla de enfoques estructuralistas cuando nos centramos en la biomecánica o la anatomía alteradas.

Sin embargo, nosotros, desde una postura de eclecticismo no impostado, al que quizá la realidad clínica nos aboca, reconocemos que el paciente padece síntomas físicos que emergen de problemas psicológicos y sociales, o al menos los condicionan; que la salud física genera problemas psicopatológicos que reverberan en el cuerpo; que las percepciones y sensaciones corporales generan emociones y pensamientos y al revés; que el contexto familiar, laboral o social despierta o mantiene problemas mentales y/o físicos. 

Pongamos algunos ejemplos. El trastorno de ansiedad generalizada (un diagnóstico psiquiátrico del DSM-5) genera, tiene como criterios diagnósticos, entre otros, la fatiga y la tensión muscular. Y qué decir de los trastornos de síntomas somáticos o del trastorno de ansiedad por la enfermedad (también en el DSM-5). Cualquiera reconocerá casos de preocupación excesiva por los síntomas de enfermedad o de creencias en enfermedades graves sin elementos que lo justifiquen. O las consecuencias del estrés crónico en la salud física y mental. O pacientes que exageren o falsifican síntomas por su situación psicológica o sociolaboral.

Entonces, ¿qué implica eso en nuestro trabajo cotidiano como sanitarios y fisioterapeutas? Como poco, reconocer que nuestros pacientes son un todo, en su contexto familiar y social. No recurrimos al consabido holismo ni a la tan nombrada humanización. Es un imperativo ver el paciente de lejos y de cerca, a la vez. Escuchar, contextualizar, comprender, desprovistos de generalizaciones y sesgos, atendiendo con cautela a la experiencia previa. Y nos atrevemos a decir, echar mano de habilidades y prácticas de comunicación activa, esas a veces tan dífíciles y duras que no sabemos por qué se llaman blandas.

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