Mucha de la insatisfacción se puede interpretar como una buena razón para superarnos y ser algo mejores. Pero cuando esta insatisfacción se convierte en una pervertida ambición, es decir nos volvemos insatisfechos compulsivos. Este descontrol nos pasará una cara factura con el paso de los años. Muchos quieren obtener victoria tras victoria, triunfo tras triunfo, quieren ganar batalla tras batalla, y a lo mejor sea sano pero cuando es una desmedida avaricia de tenerlo todo, al final terminamos más infelices de cuando empezamos la carrera.
La ambición no es un pecado si es moderada, porque todos tenemos ambiciones y sueños dentro de lo normal y lo correcto, pero si esa ambición es descontroladamente irreal, podemos hacer mucho daño a los demás y a nosotros mismos. Porque antepondremos buscar nuestro fin, y justificaremos los medios. El problema de algunos en la sociedad actual es que tienen una ambición desmedida de poder, de riqueza, de disfrute, de tener cosas, tiempo de ocio, etc. Esta ambición desenfrenada y mal encaminada es lo que produce la infelicidad.
Porque en cuanto ha conseguido un primer logro, ya está pensando en el segundo y cuando tiene el segundo ya quiere el tercero. No se da tiempo para disfrutar de lo que ha logrado porque siempre estará trabajando con anticipación hacia la próxima meta.
Un clave muy buena y eficiente para que no nos suceda este fenómeno, es vivir el presente. De lo que se habla mucho en algunos sitios. Pero no vivir por vivir el presente, sino vivirlo desde nuestro interior cargándonos de conciencia, llenándonos de presencia en el lugar donde posamos la planta de nuestros pies. Inundando de plenitud y haciéndonos muy conscientes de lo que nos rodea. Una vez que somos muy conscientes de cuanto nos rodea, necesitamos, es una necesidad que disfrutemos de todo lo que hay. Del aire, del sol, de las montañas, de los árboles, de las flores, del rio, de nuestra casa, de nuestra cama, de nuestra comida, y porqué no de algún éxito logrado. Esto nos curará de nuestra infelicidad, porque cuando somos conscientes de que tenemos una buena cama para dormir nos acordamos de que muchos en el mundo no lo tienen, y nos puede hacer reflexionar en lo afortunados que somos. Y posiblemente seremos más sensibles para colaborar con aquellos menos favorecidos, y si nos movilizamos y tomamos acción, de seguro acabaremos con nuestra infelicidad.
Este es el día que ha hecho el Señor: ¡estemos hoy contentos y felices! Sal. 118:24