En el 31º Congreso de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), celebrado en Zaragoza, se presentó un estudio realizado en Murcia entre mayores de 75 años que consumían más de 5 medicamentos, el 42% presentaba alguna interacción entre los fármacos –la mayoría leves y moderadas, sólo un 0,4% fueron graves-, y el grupo de fármacos con mayor prevalencia de interacciones fueron los diuréticos.
Según el coordinador del Grupo de Atención al Mayor de semFYC, “La interacción entre fármacos es más elevada y provoca efectos secundarios a los que el paciente mayor es más susceptible que el adulto. Además, también puede descompensar otras enfermedades que tenga el paciente a la vez. Por ello, debemos andar con mucho cuidado cuando prescribamos fármacos a estos pacientes, y lo primero que tenemos que hacer es estar seguros de que hay que dárselos. Si es así, conviene dar la dosis lo más baja posible para tratar su dolencia y evitar así los posibles efectos secundarios que puedan presentarse”. Añade que el cuidado a la hora de recetar un fármaco a estos pacientes “debe ser extremo, ya que no todos los fármacos son recomendables. Ahora nos guiamos de unos criterios conocidos como “Stop-Start” (parar iniciar) que nos permite dentro de un abanico de posibilidades, elegir el más indicado para su enfermedad”. Por ello los expertos subrayan la conveniencia de revisar periódicamente y de forma sistemática todos los medicamentos que consume una persona mayor.
-Riesgo social y dependencia
Según otro estudio realizado en centros urbanos de salud en Cataluña, y presentado durante el congreso, un 20,5 de los mayores había sufrido al menos una caída en los últimos 6 meses. El estudio se realizó en una muestra de 623 personas con una edad media de 80 años. Los resultados señalan también que un 6,3% presentaba riesgo de malnutrición y un 22% de depresión. Consumían una media de 4,6 fármacos y el 30% tenía una mala autopercepción de su salud.
La conclusión del estudio señala que un tercio de esta población presentó riesgo social, que les hace más vulnerables e incrementa el riesgo de aparición de desórdenes físicos y psíquicos. Desde la atención primaria, añaden los autores, se deberían establecer estrategias de intervención social que contribuyan a mejorar la salud e integración social de la población anciana.
Para el doctor Miguel Ángel Martínez Adell, la dependencia en el anciano es un problema más social que médico, y los recursos para su atención no son homogéneos entre las comunidades, “cada vez tenemos más pacientes más dependientes porque cada vez vivimos más pero a la vez con más enfermedades crónicas. Todavía estamos en la cultura mediterránea y pensamos que el mejor lugar para una persona mayor es su casa, algo que está desapareciendo porque el las nuevas generaciones se parecen más al mundo anglosajón”. Añade este experto que los pacientes con altas dependencias físicas y psíquicas “demandan muchos recursos que ahora no podemos ofrecerles. Es un problema sanitario, social y familiar, al que tendremos que contribuir todos”.
**Publicado en "MEDICOS Y PACIENTES"