Todavía recuerdo el día en que lo encontramos. Cuando pregunté que de quién era y mi tía me dijo que suyo y que me lo regalaba, ¡no me lo podía creer! Me hizo tanta ilusión como cuando Melchor, Gaspar y Baltasar me dejaron en casa, una madrugada de un cinco de enero, una silla preciosa para pasear pasillo arriba pasillo abajo a mis muñecas.
Así que tía, muchísimas gracias primero por tenerlo, segundo por conservarlo y tercero por regalármelo. Prometo cuidarlo y lucirlo.