La leche

Por Pedsocial @Pedsocial

Este blog procura ofrecer información crítica y criterios (que en griego clásico viene a ser lo mismo: κριτικός κριτήριον) para que ayuden a discernir, separar, y decidir o elegir, supremo ejercicio de la libertad, sobre temas sociales que atañan a los niños y su entorno.

A los niños pequeños se les denomina lactantes por su dependencia de la alimentación natural de los mamíferos, a su vez llamados así por la dotación de mamas de las hembras que permitan cumplir con esa dependencia de los seres humanos en sus primeros tiempos de vida. No hay dudas, ni discusiones ni controversias. Hasta que en algún estadio futuro de evolución cambie las cosas, los mamíferos y, concretamente los pertenecientes al género humano son dependientes de la leche, preferiblemente de la leche materna, humana.

Pasado el período de la lactancia, cuya extensión puede ser circunstancialmente variable, el uso de la leche y sus derivados ya no tiene un condicionante natural, biológico. Va a depender de situaciones geográficas, culturales, comerciales, industriales, consuetudinarias o, en definitiva, sociales.

El consumo de leche en la alimentación infantil pasado el período de la lactancia tiene una precisa raíz social, geográfica, eurocéntrica, con la natural extensión cultural a la Norteamérica poblada mayoritariamente por europeos de origen. Casi étnica. Por el contrario, varios miles de millones de habitantes del planeta que no tienen una historia de consumo de lácteos más allá de la lactancia, no poseen la capacidad biológica de digerir el azúcar de la leche, la lactosa, adecuadamente.

Pediatras y nutricionistas han dedicado grandes esfuerzos a promocionar el consumo de lácteos, con gran regocijo por parte de la industria láctica y, especialmente las grandes multinacionales de los alimentos infantiles.

Las ventajas nutricionales giran alrededor de lo que representan los lácteos como aporte proteico por un lado, y por otro el aporte vitamínico, especialmente la vitamina D. Ambas aportaciones han sido contestadas más recientemente. Las proteínas se han reconocido como promotoras de la obesidad infantil y la propiedad antirraquítica de la vitamina D de la leche depende de que esa vitamina se añada a la leche industrializada.

No todo es bueno alrededor de la leche. Ya hemos sido testigos de que la leche, pueda ser vehículo de agentes infecciosos, incluso a pesar de procesos industriales que ya descubrió Pasteur, o su reducción a polvo, de efectos mortíferos para niños pequeños. O de tuberculosis cuando hay dudas de una correcta pasteurización como sucede con derivados lácticos (queso, principalmente) de procedencia casera.

Mientras tanto se producen polémicas un tanto esperpénticas alrededor de la presión social sobre la lactancia natural. Recientemente ha surgido sobre la publicación de un libro sobre la lactancia materna de un pediatra castellonense y los grupos defensores de la lactancia natural, que resultan una muestra más de la escasa fortuna en las expresiones de uno y otros. Ni la intervención prudente de la AEP le ha puesto sentido al lío entre la libertad de imprenta y expresión, la libre elección de la duración de la lactancia y las naturales reivindicaciones de los derechos de las madres en la etapa de la reproducción, y las conciliaciones laborales y profesionales. A veces da la impresión de como si la lactancia natural, tan connatural a nuestra condición de mamíferos, fuese una moda de reciente adquisición. Y que su defensa sea también una cosa reciente, ignorando toda la actividad y esfuerzos de varias generaciones de puericultores, pediatras e instituciones como La Gota de Leche o la Liga Internacional. Cosas de los intransigentes.

Resulta bastante evidente que un producto biológico, una excreta de mamíferos tiene una trascendencia que va mucho más allá de la nutrición, el consumo, la industria, la biología del aparato digestivo o el metabolismo del calcio-fósforo. La leche es un tema social. ¡La leche!!

X. Allué (Editor)

(Imagen adjunta tomada de Food Intolerance Network. Una mapa similar de Encyclopedia Britannica, Inc. incluye más de media Península Ibérica con un 60% de la población intolerante a la lactosa.)