Para quienes crean que en la especulación urbanística de largo alcance y la corrupción política de altos vuelos son asuntos recientes en España, les relato a continuación un viejo y asombroso caso que acabo de oír esta mañana en la radio, y que nos remite nada menos que a los albores del siglo XVII.
Resulta que tal día como ayer, 10 de enero, pero de 1601, la Corte castellana se trasladó de Madrid a Valladolid. El cambio de ubicación se debió a una maniobra especulativa, un verdadero pelotazo urbanístico sin parangón en la Historia de España, impulsado por el duque de Lerma, a la sazón valido (primer ministro) de Felipe III. En los años anteriores Lerma se había dedicado a comprar edificios y solares por todo Valladolid, y cuando prácticamente ya era el dueño de la ciudad se pudo a presionar al rey para conseguir el traslado de la Corte. Al instalarse el rey en Valladolid hubo que alquilar palacios y mansiones y construir otros nuevos para la nobleza y el aparato del Estado; todo era propiedad de Lerma, quien cobraba tales alquileres y vendía a tales precios que pronto fue el principal acreedor del rey y de sus cortesanos.
Pero la jugada de Lerma no acababa ahí. Al marchar la Corte de Madrid se derrumbaron los precios de la propiedad inmobiliaria en la ex capital, por lo que Lerma pudo comprar muy baratos toda clase de edificios de gran empaque, sabedor de que tarde o temprano el rey regresaría a Madrid. En efecto, solo cinco años después, en 1606, Felipe III ordenó regresar a la que desde entonces no ha dejado de ser capital del Estado español, generando así nuevas plusvalías disparatadas en beneficio de su valido.
La historia tuvo un corolario en consonancia con los hechos narrados. Al morir Felipe III, al duque de Lerma le aguardaban la cárcel y el verdugo. Escapó a ambos gracias a que le compró al Papa el cargo de cardenal: al convertirse en un príncipe de la Iglesia, Lerma se garantizó impunidad absoluta de por vida.
Y es que la corrupción no la han inventado Gürtel y el Partido Popular: es consustancial con las clases dominantes españolas.
En la imagen que ilustra el post, una vista de Madrid en el siglo XVII.