Según Joseph E. Stiglitz, solo el 1% de la población mundial tiene acceso a los mejores médicos y a los mejores medicamentos (el Precio de la Desigualdad 2012).
El origen de la medicina como ciencia fue noble: curar a los enfermos, sin importar el color, la religión, su preferencia sexual y mucho menos su nacionalidad.
Recuerdo una imagen en la sala del doctor Mario Fernández Mena, en San Francisco de Macorís, donde me llevaba mi mama-porque ese doctor era "un cuchillo”, así le decían a los médicos que sanaban a muchos- que presentaba a un medico con su bata blanca, arrebatándole la figura de la muerte a una persona. Era de verdad impresionante y no había que pensar mucho para conocer la función del médico.
De igual manera pienso que todo el que estudia medicina, el que estudia derecho y periodismo, tiene una gran vocación humanista, quiere de algún modo ayudar a su semejante, sin embargo con el tiempo esta visión se ha difuminado y nadie se detiene a pensar siquiera en ello.
Para que nos demos cuenta de cómo andamos, es preciso al menos leer, la lucha del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con su programa de salud, como ha sido la litis en ese sentido: Una lucha de intereses económicos y políticos, en la hasta ahora primera potencia económica mundial.
Es que independientemente de la vocación humanista de los médicos, del presiente Obama y de todos los presidentes que quisieran cumplir con la función que tienen como administradores del Estado, ofrecer buenos servicios de salud y educación que son la premisa para garantizar dos servicios básicos para la vida de una nación, existe otro poder vinculado a la medicina: La farmacología o ciencia de los medicamentos: que surge cuando a su vez otras ciencias como la botánica, la química, la bioquímica entre otras sirvieron para sintetizar lo que hacían los curanderos con hojas y raíces que sanaban en la antigüedad.
Esta actividad se convirtió en una gran industria, tan poderosa en el mundo del libre mercado, que ayudado por la revolución tecnológica produce medicinas perfectas como para que los seres humanos duren más que lo habitual.
Así tenemos medicinas para los millonarios, para los ricos, para los clase media y para todos los demás lo que aparezca, desde medicamentos descontinuados en algunos lugares por sus efectos secundarios nocivos, hasta medicamentos falsificados.
Las informaciones a la que hemos tenido acceso sobre estos medicamentos indican que nuestro país es noveno en la región, pese a esto y a que la ley de salud los criminaliza, nadie ha estado en la cárcel ni multado por ese delito.
Es evidente que existe una industria paralela, con grandes vínculos de poder como para que nadie se atreva a enfrentarla pese a lo criminal que resulta la muerte de alguien que haya sido engañado tan vilmente mientras invertía para sanarse.
Un informe sobre medicamentos falsos indica que están hechos de cal, tiza de colores, harina, alguna mezcla de azúcar con harina y los más inocuos con aceites y azucares.
Recientemente la Universidad UNIBE celebro un seminario sobre este tema, de gran importancia donde además se conoció de los medicamentos genéricos y otras opciones.
En ese evento el doctor Gustavo Rojas, advirtió sobre la importancia del protocolo de los medicamentos y explico la conveniencia de que las medicinas básicas para las enfermedades comunes sean las mismas que se indiquen en todo el país.
Por Altagracia Paulino(Dedicado a mi cardiólogo Dr. Gustavo Rojas)