«Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti».
De Un Curso de Milagros
El ego siempre trabaja con la negación y la proyección. Niega que la causa de lo que le ocurre esté en él y proyecta todo aquello que le molesta hacia afuera, o sea, hacia los demás.
La negación de la causa en uno mismo hace que esta se proyecte afuera y, de esta manera, permanecemos en el sueño de separación, que es la máxima del ego.
De ello deriva un profundo victimismo. Debo protegerme de algo externo, debo protegerme de lo que alguien me puede hacer.
Este estrés permanente, ocasionado por la vigilancia del exterior, por el temor de lo que aparentemente me puede suceder por causas ajenas a mi voluntad, produce un desequilibrio emocional. El miedo reina y campa a sus anchas.
El ego identifica estas causas externas a él y proclama que hay que defenderse de ellas o mitigar sus influencias.
El ego cree firmemente en el tiempo. Esta creencia le permite vivir en una ansiedad continua producida por el deseo de controlarlo. El tiempo puede ser muy oprimente, y la creencia en la falta de este nos pone literalmente enfermos.
Pero todos hemos experimentado que el tiempo es mental. ¿A quién no se le ha hecho un minuto como una hora y una hora como un minuto? ¿Quien no ha soñado y ha creído que el sueño duraba unas horas, cuando en realidad habían pasado unos escasos minutos?
Esto nos demuestra que el tiempo es mental, que es relativo y que la mente puede vivirlo de muchas maneras diferentes. Desde la perspectiva del tiempo llamado real, el día tiene veinticuatro horas, pero el tiempo psicológico puede durar menos o más.
A muchas personas les cunde el tiempo, mientras que a otras siempre les falta. ¿Dónde radica la causa de esta experiencia? Obviamente en nosotros mismos. Para que el tiempo, por así decirlo, se alargue, es necesario alcanzar un estado mental al que yo llamo «mente de tortuga».
Pero, antes de adentrarnos en la «mente de tortuga», veamos lo que nos dice Un Curso de Milagros :
«Tanto el tiempo como la eternidad se encuentran en tu mente, y estarán en conflicto hasta que percibas el tiempo exclusivamente como un medio para recuperar la eternidad»
Para poder vivir con una mente de tortuga, es necesario que la mente deje de ser oprimente, es decir, que deje de tener prisa y de querer que las cosas sucedan a la voz de ¡ya!
Es necesario que vivas cada situación en el instante en que la estás viviendo, que dejes tus proyecciones sobre cómo deben ser las cosas en manos de Aquel que sabe lo que es mejor para ti, para que Él escoja el tiempo en que te puedan ser útiles.
El Padre Nuestro 3 Pasos para la Cura
Cuando tu mente descansa, dejando lo que tiene que hacer —los proyectos, los anhelos, los deseos— en manos del Espíritu Santo, te ocupas simplemente de lo que hay en el ahora, en el presente.
Este, libre de la presión del cuándo y del cómo, adquiere la capacidad de desarrollarse infinitamente, y así te sientes preparado para recibir toda la información que necesitas para llevar a cabo lo que estás haciendo «ahora».
Es un instante de máxima creación: la mente no desea, simplemente escucha a una Mente Superior, que contiene a todas las mentes. Entonces —¡oh, milagro! — las ideas brotan como un manantial de aguas frescas y cristalinas. En estos momentos tu mente ha conectado con la Mente Universal que vive en la Eternidad, donde todo es ahora mismo, donde pasado, presente y futuro es todo un instante de infinitas posibilidades de creación y de manifestación física.
Manifesta lo que deseas desde tu interior. Haz click en la imagen