Las dos veces di un salto del sillón. La primera fue viendo la película Apuntes del Natural, de Martin Scorsese, que es una de las tres entregas de Historias de Nueva York. Lionel Dobie (Nick Nolte) arrollaba pintando. Era una fiebre incontenible, una verborrea de color, un delirio, una pringue hasta los tuétanos. Me impresionó la paleta que usaba: una tapa de cubo de basura, el radiocassette embadurnado de pintura, su ropa sucia, su frenética furia...
La segunda fue viendo el episodio de Juan Navarro Baldeweg de la serie Elogio de la Luz, de Televisón Española. Pero en este caso el pulcro pintor era puro control, puro intelecto, pura limpieza (pero no pura claridad).
Pero las obras de Juan Navarro no son frías, no son "cerebrales" (signifique eso lo que signifique y se oponga eso como se oponga a "mentales", que sí lo son, y mucho).
Juan Navarro Baldeweg es un arquitecto escurridizo, un arquitecto "conceptual" que trae a la arquitectura, buscando solución, los problemas que encuentra en la pintura, en el pensamiento y en la vida.
-¿Cómo va a encontrar solución en la arquitectura a los problemas que encuentra en la pintura, si la arquitectura es mucho más difícil y exigente?
-Pues precisamente por eso: Porque la pintura lo admite todo pero la arquitectura, con la puñetera gravedad de por medio, no te deja. La arquitectura te obliga a resolver.
Juan Navarro no es un arquitecto que pinta. En él la pintura no es un hobby, ni un complemento, ni una vía de escape. Tampoco es un pintor que arquitectea. No. Juan Navarro es una entidad compleja, una mente retorcida y muy lúcida que quiere abarcar lo inabarcable y a veces casi lo consigue.
(En este blog ya hablé de él hace unos años y conté algo de eso: Su obsesión por diluir el yo en lo otro. Para no repetirme te reenvío a aquella entrada por si te apetece leerla. Aquí la tienes).
En una de sus primeras instalaciones Juan Navarro mostró esta fotografía que él mismo había tomado: El peso y la columna.
Una pequeña pesa se coloca delante de una enorme columna y la explica. Navarro dice que la pesa nos dice que la columna está ahí para soportar el peso del edificio. Nos invita a olvidarnos de si es de sección cuadrada o redonda, de a qué orden pertenece, de su material, su textura, su brillo o cualquier otra condición y a centrarnos exclusivamente en percibir su cualidad de soporte estructural. La pesa borra los miles de significados y de connotaciones de la lectura de esa columna y deja solo uno: "la columna es como un sumidero del peso, una línea de fuga de la fuerza actuante".
(Una pesa tan pequeñita pone en orden la disparidad interpretativa de una columna tan grande. La pesita es el Pepito Grillo de la columna y de quienes la observamos).
Navarro Baldeweg salta de la pintura a la arquitectura y vuelve a la pintura. Trae y lleva sus obsesiones de completitud y de armonía en un mundo caótico. Es un personaje raro, difícil, lúcido.
Ese laberinto de Dibujos Mentales lo explica el arquitecto Ignacio Moreno en un libro que va a publicar en breve Ediciones Asimétricas.
Que Navarro Baldeweg nos interesa a todos los arquitectos es obvio; que su pensamiento es raro, profundo, de un humor frío y de una lucidez casi aterradora también. Que deberíamos intentar adentrarnos en él, por supuesto que sí.
El mencionado libro nos interesa a todos. Ediciones Asimétricas es una editorial modesta y pequeña, pero sobre todo muy valiente (incluso a veces temeraria), y con sus escasos medios está a punto de publicar este libro insólito y me atrevo a decir que necesario. Estoy seguro de que te interesa colaborar en este crowdfunding que han organizado y que por ahora va bastante bien.
Ya hablaremos del libro cuando salga. Va a merecer la pena.
Y, naturalmente, seguiremos hablando de Juan Navarro: uno de los arquitectos..., pintores..., pensadores..., uno de los hombres más valiosos y lúcidos de nuestro zurrado panorama.