La Modernidad y la Historia; una sacralizada plaza y un mercado afrancesado, ahora un diseño innovador.

Por Artepoesia








Cuando la ciudad de Sevilla fue reconquistada por el rey Fernando III de Castilla en 1248, algunos moros que le acompañaron en su ejército se asentaron en un lugar descampado de la ciudad, y que ya en su subsuelo árabe dormitaban ocultos restos del glorioso pasado italo-romano. Años después, en los tiempos del Descubrimiento y la Colonización americana, la Iglesia adquirió ahí los terrenos en donde construiría el convento femenino de la Encarnación. Así se mantuvo aquel zoco árabe, ahora sacralizado, hasta que, a principios del siglo XIX, los franceses conquistaron la ciudad de Sevilla, sin demasiada resistencia, en el belicoso y rebelde año de 1810. 
Con las ideas ilustradas napoleónicas, en ese mismo año 1810, el intendente del rey José I Bonaparte, monsieur Mayer, ideó un proyecto modernista para la creación de un edificio que centralizara todos los mercadillos que abundaban en la ciudad. Por entonces los alimentos se vendían al aire libre sin la menor higiene. Un alcalde afrancesado, nombrado por José I, Joaquín Goyeneta, decidió ponerlo en práctica un año después. El convento se expropió, como todas las órdenes religiosas en ese pequeño período (1810-1813). La demolición del edificio religioso dejó a las monjas provisionalmente en otro, hasta que en 1819 se ubicaron cerca de la catedral hispalense, donde aún continúan.
El mercado terminó por construirse en 1837, siendo la primera plaza de Abastos de Sevilla. Ya en el siglo XX, en 1948, se acabó derribando parte del mismo para abrir entonces una nueva plazuela ajardinada en la ciudad; ciudad de calles estrechas y plazas empequeñecidas, además, por su pasado trazado arabesco. Pero, todo acaba terminando alguna vez. Esto sucedió en 1973, cuando definitivamente el antiguo Mercado de la Encarnación fue derribado por completo. Entonces sólo se pensó en utilizar ese espacio, liberado provisionalmente, para lo que ya invadía la vida y las costumbres de sus habitantes: los vehículos privados que proliferaban en gran parte y configuraban también la movilidad interior de la singular urbe milenaria.
Así se mantuvo en los años, casi cuarenta -una barbaridad en su Historia-; dejada, abandonada y sin sentido. Y ahora se decide, otra vez -doscientos años después-, hacer otra modernidad. Reconvertir su pasado, compaginar así su Historia con su futuro. Hoy, recién inaugurada y estrenada, resurge otra imagen entre sus casas aledañas. Otra función ahora, otro diseño y otra mirada. Pero su cielo y su contorno no se sorprenden de nada; demasiados años ya para no saber asimilar, recompuesta, la señera efigie de una villa llena de pueblos distintos, de religiones distintas, de tendencias distintas, de diseños distintos, pero de una sóla alma.
(Fotografías de la nueva y recién terminada construcción para la antigua Plaza de la Encarnación, ahora Plaza Mayor, Sevilla, 2011; Fotografía del solar -aparcamiento de vehículos- del antiguo mercado de la Encarnación, Sevilla, 1973; Imagen de la puerta de entrada al mercado, Sevilla, años cincuenta; Fotografía del primer derribo -casi la mitad- del mercado de Abastos de la Encarnación, Sevilla, 1948; Fotografía del Mercado de Abastos, Plaza Encarnación, Sevilla, años cincuenta; Cuadro Semana Santa en Sevilla, del pintor español Ernest Descals, actual; Fotografía actual Plaza Encarnación, 2011; Fotografía de la plazuela anexa de la antigua Plaza de la Encarnación, Sevilla, años cincuenta; Cuadro Plaza de Toros -Maestranza de Sevilla-, del pintor José Jiménez Aranda, siglo XIX.)