Texto y fotos de Patricia Rizzo
Las salas de exhibición del Fondo Nacional de las Artes, en la casa de Victoria Ocampo, resplandecen como pocas veces hemos visto. Es que la escala de las obras acompaña muy bien, a ese límpido espacio racionalista que por sus dimensiones y vértices deja recorrer, rodear y mirar con distancia el conjunto de obras y objetos que, manteniendo sus rasgos de individualidad, conviven con tanta armonía.
Gustavo Marrone ha realizado un muy buen trabajo curatorial –no ha sido el primero- en el que se reconoce una mirada atenta y conocedora de la producción de sus colegas, como él, artistas. Al observar las obras se aprecia una vinculación casi literal, al punto de que fácilmente se pueden confundir las autorías, pero no se había hecho hasta el momento. No es una sorpresa la influencia de Emilio Renart sobre las obras de Miguel Harte, la que ha sido reiteradamente reconocida y declarada. No sorprenden tampoco las analogías que se encuentran entre el nombrado y Dolores Furtado, en consonancia con el uso de los materiales y cierto carácter reconocible entre sus objetos. Sí en cambio sorprende el devenir entre sus producciones, un intercambio no sólo formal entre generaciones bien distintas en el que se ven piezas que parecen recién creadas, pero son de la década del sesenta y setenta, y otras que parecen retro, pero son de ahora mismo. Los une también un dejo de cínico humor en el que se verifica una vez más, se parecen.
Brilla Emilio Renart , tan bien acompañado por piezas recientes y es que en compañía de producciones actuales queda muy claro que simplemente, y como ha ocurrido en otros casos, fue un artista estéticamente adelantado a su tiempo. Fallecido en 1991, no es la primera vez que se exhibe su espléndido Bio-cosmos Nro. 1, datado en 1962. Pero al menos en mi recuerdo, en el pasado reciente siempre lo hemos visto contextualizado de manera histórica, acompañado de otras piezas que le fueron contemporáneas pero que tal vez, correspondían más cómodamente al momento en que fueron creadas.
Biocosmos de Renart, 1962
Ahora entre estas piezas podría decirse que se ve mejor, que resplandecen sus obras las que se ven enrarecidamente hermosas, elegantemente extrañas y un poco amargas también, tan verificablemente contemporáneas. Le digo a Marrone brilla Renart y Harte contesta, es lo que queríamos. Voy a insistir en el hecho de que no se trata de una exhibición de la que se puede pasar y espiar mediante la visión de sus imágenes. Es cruda y carnal, hay que estar reprimiéndose de no estar toqueteando una y otra vez la materialidad de muchas de ellas. Cierta estudiada y molesta rugosidad en algunos Furtado como en el caso de su lindísima pieza Amante de 2013 y, claro, está en Renart.
Los colores inaprensibles de Harte, sus superficies de acabado perfeccionista al borde de lo insoportable en el que se encuentran escenas a un paso de la pesadilla. Dibujos y pasteles de insistentes trazos multicolores, una red que parece una telaraña y también un cielo estrellado, de Emilio Renart. Negros profundos, en el color y en los discursos, a veces en uno, en varios casos en los tres. Se siente de manera venal que estos se la han pasado bien mientras hacían lo suyo. Que exhibición tan inspiradora: vayan. Es muy bueno comprobar cuando las obras exhiben potencia, en rigurosa actualidad, y también cuando la conservan desde el pasado. Van a demorarse, atrapados por ese magnífico conjunto que repetiré, convive con tanta armonía.
Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes. Rufino de Elizalde 2831, CABA. De martes a sábados en el horario de 15 a 20 hs.