La necesidad de potenciar el pensamiento crítico

Publicado el 09 octubre 2014 por Ibizamelian

Francisco Giner de los Ríos

Por pensamiento entendemos una serie de acciones mentales, entre las que destaca el razonamiento y cuya misión es solventar problemas, tomar decisiones, representar la realidad externa. Por tanto, la simple consecución de ideas sin rumbo fijo, quedaría desechada si queremos obtener una definición lo más coherente posible del término. O la mera imaginación desordenada sin meta establecida. Así como aquellas creencias que damos por válidas sin someterlas a examen alguno.

Si bien no existe una forma correcta de pensar, no pudiendo decirles a los demás cómo hacerlo, si cabe desbrozar el camino destacando aquellos tipos de pensamiento más óptimos. De tal manera que quien alcance a entender su bondad la adopte, en pro de pensar de un modo más eficaz. Y si de preparar a ciudadanos críticos se trata, hemos de apelar al pensamiento reflexivo ideado por John Dewey, psicólogo, filósofo y un pedagogo imbuido por un encomiable afán renovador. Al objeto de educar a los hombres y mujeres del mañana, capaces de detectar cualquier atisbo de engaño o manipulación en una sociedad democrática como la nuestra. Convirtiéndolos, mediante el intelecto, en hombres libres, con criterio propio. Enseñándoles a que no den nada por válido hasta que no lo hayan analizado y encuentren razones suficientes que así lo corrobore. Debiendo motivar y mimar la curiosidad en el alumno, que ha de perdurar a lo largo de toda su vida. Curiosidad que muchas veces queda extinguida por el dogmatismo, la rutina o simplemente por la indiferencia. Porque en el momento en que la sociedad crea que todo nos viene dado y no hay nada que se pueda cambiar, comenzará el declive, cerrando las puertas al progreso como humanidad.

Para Dewey el pensamiento reflexivo, inspirado en el método científico, arranca ante un dilema, por fútil, que este sea. Desarrollado en distintas fases, que llevan unas a otras, conduciendo a un fin preestablecido, que no es otro que solventar el problema inicialmente suscitado. Puesto que como dijo Séneca: “No hay viento favorable para quien no sabe a dónde va”. Primero aparecen las sugerencias, las ideas. Si sólo surge una la ponemos en marcha inmediatamente. Empero, si se presentan más, la reflexión ha de continuar. Después intelectualizamos la dificultad, buscando comprender la disyuntiva que se nos plantea y lo que se nos ha ocurrido. Para a continuación elaborar hipótesis, que relacionan lo que se nos ocurrió con lo que observamos, buscamos o podemos esperar. El siguiente paso es el razonamiento deductivo, mediante el cual extraemos conclusiones de las hipótesis pergeñadas. Y por último, comprobamos la hipótesis, ya sea a partir de: la observación; la experimentación; la imaginación, vinculándola con otros conocimientos para determinar si se muestra congruente.

Un ejemplo podría ser el relatado en el ulterior extracto: “El tiempo pasaba y mañana a primera hora debía entregar el artículo (problema). Escrito que la revista Platón me había encargado y que debía versar sobre la reforma electoral que nuestro país requería aplicar urgentemente. Mi mente estaba inundada de un murmullo incesante, del que era incapaz de extraer algo coherente. No obstante, debía auto-controlarme, auto-dirigirme, ordenar esas caóticas ideas que me obnubilaban. Fue entonces cuando recordé una ponencia que había escuchado en la Universidad acerca de las distintas consecuencias de la elección por mayoría proporcional y la mayoría relativa, conduciendo la primera a una radicalización de posturas (sugerencia). Continué auscultando mis conocimientos y me percaté de que los Estados que poseen un mayor nivel de participación democrática son los que aplican el sistema electoral por representación uninominal (sugerencia). ¡Eureka! Ahí estaba la clave (intelectualización del problema). Por tanto, hemos de pasar de nuestro actual sistema de representación proporcional supeditado a listas cerradas, al de mayoría relativa y elección uninominal por circunscripción electoral (hipótesis). Sí así lo hacemos nuestro sistema se tornará más democrático, representativo y tolerante con las minorías (razonamiento deductivo). Y concluiré mi intervención demostrando que tal modificación realmente consigue los efectos buscados invocando al derecho comparado (comprobación de hipótesis).

Hay que tener en cuenta que si bien el pensamiento reflexivo de Dewey hace alusión al razonamiento deductivo, no hay que ignorar el inductivo. Conformando este último el cimiento a partir del que se construyen gran parte de nuestras creencias y conocimientos. Mientras el primero supone que la conclusión se infiere ineludiblemente de las premisas, el razonamiento inductivo nos confiere una regla que determina que lo que acontecerá será similar a lo que ha acontecido. Necesitando de ambos tipos de razonamiento para lograr conocimientos sólidos.

Uno de los valores del pensamiento reflexivo, es que hace posible el trabajo sistemático y la invención. Además de posibilitar la acción con un objetivo consciente. Y cargar y enriquecer las cosas con significados. De lo que se desprende que existe una íntima relación entre este tipo de pensamiento y la creatividad. Pues una de las premisas para considerar a alguien creador es que posea un pensamiento crítico y flexible, un pensamiento divergente. Entendido como aquel que opera frente a problemas abiertos, a los que se aporte numerosas y variadas respuestas. Para concluir otorgando a la comunidad algo original y valioso.

Entre las habilidades del pensamiento creador se haya el atisbar problemas donde los demás no ven nada. Problemas siempre mal definidos, que son los que no disponen de todos los elementos esenciales, o sea: punto de partida, meta, acciones necesarias para llegar al objetivo y las que están prohibidas. Pues el creador detecta en aquellos supuestos que para el resto de los mortales son correctos: inconsistencias, lagunas, limitaciones,…. En síntesis, reputa que todo es mejorable, lo que conlleva indefectiblemente al progreso. Maneja la analogía para solventar las controversias. Descubre nuevos enfoques haciendo uso de conocimientos expertos preexistentes. Y se distingue por su apertura de pensamiento, que exige importantes niveles de tolerancia a la ambigüedad y resistencia al cierre. Por eso una educación demasiado formal incrementa la fijeza funcional y resulta contraproducente.

Asimismo, hay que tener presente las habilidades de infraestructura, que es una de las sustancias que conforman la creatividad. Capacidades innatas que dotan al individuo para el campo de trabajo. No obstante, si los maestros no las cultivan, acabarán por desvanecerse y con ello la humanidad perderá a futuros genios. Debiendo poner el mismo énfasis en pro de favorecer las destrezas propias de los procesos creativos.

Y es que los docentes son pieza clave para potenciar la curiosidad del pupilo, el asombro. Educando que si dispone, además de lo citado anteriormente, de: conocimiento, diez años o más de trabajo intensivo inicial, perseverancia, capacidad de asumir riesgos, autoconfianza, motivación intrínseca y se encuentra en el momento preciso en el sitio adecuado, terminará transformándose en uno de los líderes de ese mundo utópico que alguna vez imaginamos.

Por otro lado, la metodología docente propuesta no ha de ignorar el contexto. Factores sociales, históricos, simbólicos y/o culturales que modulan y estructuran el pensamiento humano. Existen numerosas y prestigiosas investigaciones en la materia. Como por ejemplo la ya clásica llevada a cabo por Vigotsky con campesinos de Uzbequistán entre 1931 y 1932. Probando que las “limitaciones” de ciertos pueblos o culturas no se deben a herencia genética alguna, sino a las particularidades del contexto en el que viven. Si bien resulta interesante sacar a colación la realizada por la antropóloga británica Mary Douglas (1996), quien examinó el funcionamiento de las instituciones. Para ella el contexto institucional marca un estilo colectivo de pensar que aniquila el pensamiento crítico individual. Las personas dejan de decidir en lo que atañe a las cosas importantes y confieren esta tarea al orden institucional dominante. De ahí la necesidad de aplicar en la metodología docente la práctica del pensamiento crítico, con el propósito de no perder la autonomía personal. Para moldear ciudadanos con criterio propio, que detecten automáticamente los intentos de recortes de derechos por parte del orden establecido. Lo contrario es derivar en un Estado perfeccionista.

Por último mencionar que una de las actividades más habituales del pensamiento es la toma de decisiones. Debiendo escoger cada día entre las dispares opciones que se nos presentan. Habiéndose descubierto recientemente la gran influencia que las emociones ejercen en esos mecanismos decisorios, transformándolos en procesos menos costosos, más rápidos y personalizados para cada individuo. De tal modo que si careciéramos de ellas se haría harto difícil decidir. Y es que resultaría casi imposible emplear sólo un mecanismo racional, por no disponer de suficiente tiempo, ni de la memoria exigida. Pues tendríamos que evaluar todas las opciones factibles, considerar sus desenlaces, fijar además el cálculo del coste y beneficio de cada una de ellas, con el fin de compararlas entre sí y decantarnos por la mejor opción. Por eso los procesos racionales son ayudados fuertemente por otros de componente emocional.

En esta línea Antonio Damasio, neurólogo portugués, ha desarrollado la hipótesis del marcador somático. Quien afirma que ante un estímulo exterior, nuestro cerebro provoca cierta alteración corporal, que nos indica cómo actuar. Esta información va siendo almacenada, para que en otra situación semejante que pueda acontecer en el futuro nos comportemos de igual modo. Así frente a una disyuntiva la corteza pre-frontal crearía una representación mental de la escena, de forma que si escogemos una u otra opción se produce una distinta reacción corporal. Esto es lo que Damasio denomina marcadores somáticos. Desechando el cerebro inmediatamente las opciones que tengan peor nota.

Por ejemplo, vamos a la pescadería, y queremos comprar una lubina. El ojo de la misma aparece ensangrentado y en el ambiente hay un olor extraño. Con lo que el cerebro descartaría automáticamente la adquisición del producto por la reacción que nos provocaría, arcadas. Evitándonos comer un alimento en estado de putrefacción que podría dañar seriamente nuestra salud.

Para terminar decir que nuestras decisiones cotidianas se basan en el razonamiento informal, que ha de ser combinado con el formal en pro de describir el razonamiento humano. El primero se circunscribe a problemas mal definidos con más de una solución factible. Influido por nuestras motivaciones y emociones, debiendo tener presente para su resolución el contenido de la tarea y el contexto. Implicando a menudo un razonamiento inductivo. En tanto el razonamiento formal se supedita a las reglas de la lógica, realizando inferencias inductivas o deductivas correctas. Y se aplica habitualmente a problemas bien definidos, donde sólo hay una solución posible.

Por tanto, la mejora de nuestra sociedad, tornándola más democrática y tolerante, arranca con enseñar a pensar. Potenciar el pensamiento crítico en cada uno de sus ciudadanos. Empezando desde la más tierna infancia. Método docente que haga nacer en el niño todas aquellas virtudes a las que ya apeló en nuestro suelo patrio Francisco Giner de los Ríos, y que intentó inculcar en su mítica “Institución Libre de Enseñanza” (ILE). Centro que inauguró en 1876 y cerró en 1907. Y cuyo axioma era: “Forja tus ideales por convicción y sé coherente con ellos en todo caso. Es decir, piensa como debes vivir y vive como piensas.”


La necesidad de potenciar el pensamiento crítico –
(c) –
Ibiza Melián

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Bibliografía:

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